martes, agosto 30, 2005

El Museo de la ciudad, Palacio de los Capitanes Generales




Con su amplio portal coronado por diez columnas de piedra gris formando nueve arcos irregulares en sus intermedios, se presenta majestuosamente en el lateral oeste de la Plaza de Armas, el antiguo Palacio de los Capitanes Generales, que acoge al Museo de la Ciudad de La Habana, desde 1968, donde sus colecciones reflejan el panorama histórico de la urbe, desde su fundación hasta el presente.

El coronel de ingenieros Antonio Fernández de Trevejos y Zaldívar trazó los planos de este palacio. Su construcción se inició en 1776 y se concluyó en 1791.

Don Luis de Las Casas fue el primer Capitán General español en instalar allí su residencia, él se trasladó a esta edificación en 1790 cuando aún no se había concluido totalmente la edificación.

Este Palacio fue restaurado y ampliado posteriormente con una portada de mármol de Carrara que adorna la entrada principal y sobre la cual se encuentra la Corona Real española con el escudo guarnecido por el collar de la Orden Caballeresca del Toisón de Oro.

El área del Palacio la constituye un cuadrilátero de 80 varas exteriores con 22 de alto; cuenta con una espaciosa azotea y con un patio central muy hermoso.

En su patio central, donde se pasean los pavos reales, puede apreciarse un monumento del almirante Cristóbal Colón, cortejado por palmas reales y otros arbustos entre los que se destaca una sinuosa yagruma. La estatua y su pedestal son de mármol. La estatua, creada por el escultor J. Cuccchiari, fue traída de Italia.

En uno de los laterales del soleado patio se encuentra una placa que constituye el monumento funerario más antiguo existente en Cuba, e igualmente se localiza otra placa con un poema de Ángel Augier dedicado al patio del Palacio Municipal, obra que resultó premiada en un concurso convocado por el municipio de La Habana en 1937.

Además, en este patio se puede leer una frase de José Martí en la que se señala: “Esa es la raíz, y esa es la sal de la libertad: el municipio”.
Durante poco más de un siglo, hasta el año1898, el Palacio fue la Casa de Gobierno donde radicaron los máximos representantes de la metrópoli española en la colonia.

Igualmente, vale recordar que entre 1899 y 1902 fue sede del Gobierno Interventor norteamericano y luego, desde el 20 de mayo de 1902 hasta 1920, fue Palacio Presidencial. Por último se utilizó como sede de la Alcaldía y Oficina del municipio de La Habana.

En la actualidad en sus salas pueden ser apreciadas valiosísimas piezas de museo que marcaron diferentes épocas, entre ellas el salón con un trono real que fuera diseñado y decorado para ser ocupado por su majestad, la reina de España, cuando visitase su colonia, hecho que nunca sucedió.

Este palacio unido a su entorno, que incluye la Plaza de Armas y El Templete, conforma uno de los conjuntos arquitectónicos más impresionantes del casco histórico de la ciudad.

El Museo de la ciudad, Palacio de los Capitanes Generales

domingo, agosto 28, 2005

Alguien con un temperamento natural, intuitivo, irrepetible en la memoria musical cubana




Hoy quiero recordar a alguien a quien mucho quise y de quien conservo con gran orgullo su último disco autografiado (Para mi Negro de Oro) cariñosamente como sólo ella sabía hacerlo: Moraima Secada, conocida por todos sus admiradores como "La Mora".

Esta temperamental cantante creó un estilo muy especial de interpretación dentro del movimiento de la canción cubana llamado feeling (filin) y llegó a ocupar un lugar destacado en la historia de la música popular cubana por su peculiar estilo caracterizado por la emotividad y la entrega ilimitada.

Nació en Santa Clara el 10 de septiembre de 1930, en el centro de la isla, en la antigua provincia de Las Villas e inició su carrera artística en los años 50.

Moraima Micaela Secada Ramos se inició cantando en la primera orquesta femenina de América, Las Anacaonas, con quienes realizó varias giras internacionales. También estuvo en la nómina de famosos grupos vocales. Formó parte del antológico Cuarteto Los Meme. Luego entró al incomparable e irrepetible Cuarteto D'Aida en el que juntó su voz a la de otras excelentes cantantes: Elena Burke, Omara y Haydée Portuondo que, como ella, hicieron época en la música popular cubana.

A partir de la década de los sesenta comenzó una notable labor como solista, interpretando un repertorio de canciones románticas, especialmente en el estilo feeling, del cual fue una de sus primeras cultivadoras. Canciones como Alivio, Perdóname conciencia, Depende de ti, Ese que está allí marcaron el cancionero romántico cubano con su excepcional interpretación llenando un lugar muy alto en el hacer de los géneros sentimentales.

“La Negrita”, como cariñosamente le llamaban sus familiares y más allegados, actuó en radio, televisión, teatro, grabó numerosos discos. Y ya como solista realizó giras por diversos países en los que hizo crecer notoriamente el número de sus admiradores. Su voz y su presencia colmaban las pistas más exigentes de las noches cubanas y los más “calientes” escenarios de Cuba y del mundo.

Fue La Mora una artista muy vinculada a su pueblo. En una oportunidad al hacer referencia a su interrelación con el público ella afirmó: “No me quejo del pueblo, de ese pueblo del que guardo momentos, recuerdos tan agradables. Y lo respeto mucho.” Era una artista de plena raigambre popular.

La Mora fue una de esas artistas que dejan huellas indelebles en la gente, con su temperamento natural, intuitivo, irrepetible. No tuvo comparación con figuras de su tiempo ni tampoco después. Oírla interpretar una canción era tenerla entre nuestras favoritas. ¡Tal era su fuerza!

Ella es sin duda una de esas figuras del cancionero cubano, de quien se puede decir sin temor a entrar en las frases retóricas, que tenía un estilo rotundamente singular. No sabía cantar las canciones que no pasaban por el desfiladero de sus sentimientos y potenciaba al cantar sus pasiones con un expresionismo sin límites. Su fuerte temperamento era palpable incluso en su manera de hacer el diálogo habitual y cotidiano.

El Pico Blanco del Hotel Saint Johnns, el cabaret Caribe del Habana Libre, El Gato Tuerto, fueron sitios donde la Mora reinaba, pero el Salón Rojo del Hotel Capri, fue una de sus más fuertes plazas en la capital cubana. Era como su segunda casa. Hasta tal punto que a finales de 1976, cuando su esposo -el compositor Chany Chelacy- murió en un accidente aéreo provocado cerca de Barbados, ella no dejó de acudir a su cita después de medianoche, en ese importante cabaret.

Contaba Marta Denis, directora artística por esas fechas, que la primera vez que actuó después de la muerte de Chany, todos, desde el público hasta el portero, estaban muy preocupados por lo que pudiera pasar siendo Moraima tan sentimental. Sin embargo se le vio cantar con el rostro duro, como enfadada con la vida y al terminar echó un largo suspiro. Fue entonces que Marta la ayudó a bajar del escenario y la invitó a su mesa, donde ella pidió ron y cerveza y los tomaba simultáneamente.

Mientras ella hablaba se le cayó la pestaña postiza del ojo izquierdo en la cerveza. En cuanto pudo, Marta se lo dijo sabiendo que la Mora no había mirado para el vaso y ella, alargando las palabras, le repuso: "Ya me la tomé, y como no me gustan los números impares, mira lo qué voy a hacer." Se arrancó la pestaña postiza del ojo derecho, la tiró al vaso de ron y se lo bebió todo de un golpe.

Así de especial era esta mujer. Son muchas las anécdotas que el pueblo repite sobre su proceder, su chispa criolla, y no dejamos de recordarla con ese cariño auténtico y sincero que sólo cosechan aquellos que nunca desprenden sus raíces del pueblo, de su gente.

Se nos fue la Mora el 30 de diciembre de 1984 víctima de una enfermedad hepática en la ciudad de La Habana.

sábado, agosto 27, 2005

El Castillo de los Tres Reyes del Morro y su legendario faro




Siguiendo los planos del ingeniero militar Bautista Antonelli, y con el apoyo del gobernador Juan de Tejeda, la fortaleza de Los Tres Reyes Magos se construyó entre 1589 y 1610 aproximadamente. Esto se llevó a cabo sobre la roca a la que llamaban Morro en el lado este de la entrada a la bahía de La Habana.

Su objetivo era proteger a la ciudad de los numerosos ataques de corsarios y piratas franceses, holandeses e ingleses que en la época padecía, y por ello esta fortaleza estaba armada con artillería pesada, entre otras con una batería de 12 cañones con el nombre de los 12 apóstoles, y fue considerada inexpugnable durante más de cien años.

Tras dos meses de resistencia, en 1762, durante la invasión de los ingleses para apoderarse de La Habana, el Morro no soportó el asedio y dejó de ser un bastión inexpugnable de la corona española. Los ingleses se ubicaron en una colina cercana, donde posteriormente se construyó La Cabaña, y desde allí hicieron fuego además del fuego de artillería de sus naves a unos 200 metros del castillo, hicieron explotar un polvorín, y así consiguieron abrir una brecha en el muro de la fortaleza.

Tras la retirada de los ingleses se comenzó la reconstrucción de la ciudad y del Castillo de los Tres Reyes del Morro, que había quedado muy afectado, junto a las restantes fortalezas, torreones y la muralla, que servían para preservar la defensa de la ciudad colonial; construcciones realizadas por orden del Rey español Felipe II. Formaba este junto con los castillos de La Real Fuerza y San Salvador de la Punta el primer triángulo defensivo de la capital.

Donde hoy se levanta el Morro solían situarse vigías desde el siglo XVI, y hay constancia documental de que el gobernador de La Habana había hecho construir en aquella zona una torre que servía para vigilar la presencia de barcos de corsarios y piratas en las cercanías de la ciudad.


El Morro tiene forma de polígono irregular. Su construcción se ajustó a la superficie de las rocas. Está compuesto por tres baluartes unidos por cortinas y un cuartel general. En la parte más angosta de la punta de los baluartes fue levantado un torreón de unas doce varas de alto, al que llamaban El Morrillo, utilizado como faro y atalaya de vigilancia de las embarcaciones que se avistaban en el mar.


Desde la retirada de los ingleses, quienes destruyeron completamente el torreón-faro, los cañones del Morro han permanecido en silencio. En 1764, se construyó un faro provisional alimentado con leña, y que estaba todavía en servicio cuando en 1795 se acordó el estudio de la construcción de un faro en el Morro tomando como referencia el que se había inaugurado en Cádiz, España.

En 1820 quedó instalado en el Morro un fanal alumbrado con aceite y que, según cálculos, podía ser visto a unas 13 millas náuticas (24 kilómetros). Más tarde, en Francia se adquirió un nuevo fanal que había sido presentado en la Exposición Internacional de París en 1843 y, a partir del 19 de agosto de 1844, se procedió a derribar el viejo faro y se comenzó a construir la nueva torre.

El nuevo faro comenzó a prestar servicio el 24 de julio de 1845. La lámpara alimentada por aceite de colza, el sistema óptico y la altura a que se instaló, le permitieron alcanzar las 18 millas náuticas (33,3 kilómetros). En 1928 el aceite fue sustituido por el gas acetileno y en 1945, se sustituyó el acetileno por la electricidad.En la actualidad el faro del Morro, aquella misma torre y aquel mismo equipo óptico que en 1845 comenzó a prestar servicio, pero dotado de una fuente de luz más potente, posee un alcance luminoso de 25 millas náuticas (46 kilómetros) y continúa orientando a los navegantes que se dirigen al puerto de La Habana y a todos aquellos que, con otro destino, navegan frente a sus costas de noche y sigue siendo, como antes, el símbolo más conocido de Cuba. Está siempre abierto al público y su visita es una experiencia inolvidable.

viernes, agosto 26, 2005

John Lennon descansa en un parque de La Habana


Amigo mío, si alguna vez deseas tomarte una foto junto a uno de los integrantes del mítico cuarteto inglés The Beattles, sin la necesidad de merodear por la casa de Paul McCartney ni llegarte hasta Abbey Road, en el corazón de Londres; en La Habana tenemos una escultura, quizás la primera de América Latina, del inolvidable John Lennon, al tamaño natural.
En un céntrico parque de El Vedado, la imagen en bronce del más controvertido del cuarteto te espera, sentado apaciblemente sobre uno de sus bancos, como cualquier otro ciudadano que descansa a la sombra una tarde de verano mientras contempla a las aves canoras.
La obra fue inaugurada en el mismo lugar donde10 años atrás habían protagonizado un multitudinario concierto homenaje al desaparecido músico inglés, en el que tomaron parte relevantes figuras de la canción cubana actual de gran arraigo juvenil.
El “Beatle sentado” es fruto de la creación del escultor cubano Jose Villa, autor también de varias obras de semejante estilo en otros lugares del país. Él declaró entonces en la inauguración: "Mi propuesta fue homenajear a una personalidad contestataria, cargada de demonios y sueños".
El día de su inauguración, simultáneamente se llevó a cabo un concierto de rock en la Tribuna José Martí, tuvo lugar la proyección del documental Lennon en La Habana, y se efectuó la publicación del libro El Sargento Pimienta vino a Cuba en un Submarino Amarillo.
Junto a la figura que desenfadadamente descansa en el parque hay una placa con su caligrafía que recoge un fragmento de Imagine: "You may say I’m a dreamer but I’m not the only one” (Dirás que soy un soñador, pero no soy el único).
Allí acuden a brindarle sus respetos gente del patio y turistas de todas partes quienes reconocen en Lennon a uno de los grandes de la música universal. Muchos le llevan flores y los hay que acompañados de una guitarra le cantan canciones. Durante una visita que realizara a nuestro país, Sir George Martin, ex productor de The Beatles, este quiso también presenciar la obra-homenaje que rememora al autor de canciones como: Imagine, en la que llama a la unión de todos los pueblos, sin distingo de razas, ni clase social, ni religión: “It isn’t hard to do”

Silvio Rodríguez, nuestro cantautor, en su canción "Cita con Ángeles" menciona la muerte de John Lennon a las puertas del hotel Dakota, en los Estados Unidos.

Es que la música de John Lennon ha estado bien presente entre nosotros, así como su mística en diferentes expresiones artísticas de la Isla, por ello no es casual esta imagen en el parque que lleva su nombre.

Es significativo señalar que a los pocos días de su inauguración, las gafas del músico desaparecieron seguramente en las manos de un fanático. Le fueron colocadas unas gafas nuevas, fijadas al volumen de bronce, y la acción se ha repetido en otras ocasiones, de ahí que en la actualidad se estableció una vigilancia permanente de dos custodios día y noche ante el músico de Liverpool.

miércoles, agosto 24, 2005

Una joya de la arquitectura colonial, la Catedral de La Habana




En el mismísimo corazón de La Habana Vieja, en la zona más antigua de la ciudad, está nuestra Catedral de La Habana, en el área declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1982.

En 1788, un rico obispo de Salamanca decidió hacer construir una Catedral, dedicada a la santísima Virgen, en el emplazamiento de la pequeña capilla inicial. Los jesuitas hicieron los planos. Una serie de ampliaciones y embellecimientos se llevaron a cabo, de 1802 a 1832, bajo la égida de monseñor Díaz de Espada.


La Catedral tiene 3 naves y 8 capillas laterales. Hasta la independencia de la Isla, la nave central estuvo ocupada por un monumento funerario dedicado a Cristóbal Colón. Pero al final de la colonización, las cenizas de Colón fueron llevadas a Santo Domingo y, de allí, a la Catedral de Sevilla.
El italiano Bianchini tuvo a su cargo las esculturas y los trabajos de orfebrería del altar así como del tabernáculo. Se suman a la decoración pinturas del francés Jean-Baptiste Vermay. En el lugar todos se extasían con su singular arquitectura barroca y su marcado entorno colonial, que nos transporta a siglos atrás.

La fachada de la Catedral sorprende por su color gris oscuro, que se destaca del resto de la plaza como un grabado en blanco y negro. Es considerada “toscana” con sus dos torres de mudas campanas. Su vista nocturna con especial iluminación es todo un deleite.


Las mansiones que rodean la Plaza datan del siglo XVIII: la casa de Lombillo, construida en 1730, el palacio del Marqués de Arcos, de 1741, una de las casas coloniales mejor conservadas de la ciudad. La casa del Conde Bayona, de 1720, donde en la actualidad está el Museo de Arte Colonial, el cual alberga muebles, porcelanas, lámparas y una colección única de vidrieras. A su lado se yergue majestuosa la antigua morada del Marqués de Aguas Claras (1720), que es la casa más hermosa y atractiva del conjunto.


Allí está hoy El Patio lugar que debe su nombre al fresco patio con una fuente de mármol que adorna el centro del palacio. Es un sitio en verdad muy turístico, pero agradable. El primer piso lo ocupa un restaurante desde el que se tiene una espléndida vista de la Catedral y tanto el portal como una amplia zona de la plaza están llenos de mesitas donde, además de degustar la coctelería de la casa, se disfruta de la actuación de grupos musicales.

En las inmediaciones de La Plaza de La Catedral de la Habana está uno de los mercados más grandes de artesanía cubana en estos momentos. Cientos de artesanos y artistas, acuden con el objetivo de exponer y vender sus obras. Allí, entre el bullicio y el movimiento multicolor, se pueden apreciar múltiples manifestaciones de las artes aplicadas: desde una simple clave hasta un óleo o una talla monumental.

La Plaza de La Catedral de La Habana está situada no lejos de la Plaza de Armas, sólo a unas pocas cuadras. Es innegable que se trata de la plaza más conocida de La Habana y, según dicen algunos conocedores, una de las más armoniosas de América Latina.

A pocos pasos de la Catedral, en la calle Empedrado, está la Bodeguita del Medio, la más famosa de La Habana que, desde 1942, fecha de su apertura, ve pasar a miles de turistas que no se detienen ante su exotismo criollo.

Por su extraordinaria belleza y su connotación histórica, La Catedral de La Habana constituye un lugar de obligada visita para los miles de visitantes nacionales y extranjeros que continuamente viajan a nuestra capital.



lunes, agosto 22, 2005

Se rescata un pulmón día a día a la orilla de un río



Casiguagua era el nombre por el que conocían al río los aborígenes de Cuba y luego los primeros colonizadores españoles le llamaron La Chorrera. Pero para hacer honor al Obispo de San Cristóbal de La Habana, Su Exc. Enrique Almendaris, se le dio el nombre definitivo de Almendares, y es así como todavía lo conocemos en nuestro tiempo.

Desde el siglo XVI vio en sus márgenes el desmonte de grandes bosques de maderas preciosas y su corriente sirvió como vía de traslado de los troncos hasta su desembocadura. Esta madera sirvió para la construcción de los más grandes barcos que tuvo la Flota española.

Esta vía fluvial era la principal vía de penetración hacia los campos de la provincia habanera de ahí que en su curso fueron surgiendo haciendas, vegueríos, cañaverales, ingenios azucareros y otras instalaciones.

En la época colonial se llevaba las aguas de La Chorrera hasta la ciudad a través de la Zanja Real, el más antiguo acueducto de América Latina, con la represa del Husillo para encauzar las aguas. Otros cuatro acueductos se sumaron luego para satisfacer las necesidades del desarrollo urbano.

Las márgenes del río fueron deforestadas para construir fábricas y embalses, haciéndolo casi irrespirable. Mostró entonces su rostro la contaminación.

Su cauce hoy a pesar de todos los esfuerzos que se realizan y de la acción geotransformadora, todavía está bien lejos de volver a ser como lo describiera Antonio Bachiller y Morales: “azulado río que tan pronto se desliza como una lámina de cristal”.

Pese a la lamentable contaminación que ha sufrido, quedan algunos tramos del Almendares que semejan playas fluviales.

Los desechos de industrias de materiales de la construcción obstruyen la corriente e impiden su reoxigenación total; en su curso inferior desembocan las zanjas Omega, Santoyo y algunas tuberías que transportan albañales.

En muchas ciudades del mundo hay parques urbanos de gran fama por lo que significan para su población. Estos se convierten en el pulmón verde de dichas urbes, aunque en su interior combinan muchas actividades que se desarrollan en la ciudad: como la industrial, residencial, agrícola, etcétera, pero a una escala menor. Propician el contacto de los pobladores con la naturaleza sin alejarse del centro de la ciudad.

El Gran Parque Metropolitano de la ciudad de La Habana se extiende a lo largo de los últimos 9,5 Km. del Río Almendares, el más importante de la capital, junto a otros grandes parques de La Habana conforman el cinturón verde de esta.

Este parque urbano propone su desarrollo a lo largo de los 9,5 kilómetros finales del río en una extensión de 700 hectáreas en medio de una densa trama urbana. A diferencia de otros grandes parques habaneros, este tiene por peculiaridad la necesidad de armonizar la combinación de funciones de tipo industrial, agrícola, recreacional y el propio desenvolvimiento de los asentamientos poblacionales que hay en el parque.

Pretende a la vez devolver a la Ciudad un pulmón verde al tratar de resolver los problemas que ponen en peligro no sólo al río Almendares, eje del parque, sino también a la flora y los bosques cuya existencia es vital para la identificación de su espacio. Se propone mejorar el entorno natural y construido para elevar la calidad de vida de los moradores más cercanos.

jueves, agosto 18, 2005

San Carlos de la Cabaña era la fortaleza más impresionante y monumental de la colonia española, fue construida a unos 400 metros del castillo de los Tres Reyes del Morro en el lugar desde donde los ingleses dispararon a sus anchas los cañones contra la ciudad y que todavía sigue impresionando con sus imponentes murallas de finales del siglo XVIII.

Esta fortaleza conforma junto con el castillo de los Tres Reyes del Morro el Parque Histórico-Militar Morro-Cabaña. Allí se encuentra la colección de armas antiguas más importante de la nación, y cada noche, cuando los relojes marcan las nueve de la noche (21h), unos soldados, vestidos a la usanza de la época colonial, realizan una linda y vistosa ceremonia que se conoce como el “cañonazo de las nueve”, cañonazo que tradicionalmente se disparaba todos los días en la ciudad. Este disparo data de la época en que La Habana, lo que es hoy su centro histórico urbano, estaba rodeada por una gran muralla y, precisamente, el disparo indicaba el instante en que las puertas de la muralla serían cerradas.

Cuentan que el italiano Antonelli, ingeniero constructor del castillo de los Tres Reyes del Morro, cuando subió en una oportunidad a la Cabaña dijo de manera certera que quien se adueñara de ese promontorio podría dominar fácilmente a toda la ciudad de La Habana, haciendo clara alusión, por supuesto, a la posición estratégica del lugar. Y esto se hizo realidad en 1762 cuando los ingleses tomaron La Habana y usaron ese promontorio para atacar al Morro.

Luego de la ida de los ingleses y teniendo en cuenta esa experiencia, el Rey Carlos III de España ordenó la ejecución allí del castillo en forma priorizada con respecto a cualquier otra obra pública de la colonia.

Su construcción, que costó 14 millones de duros, se comenzó el 4 de noviembre de 1763 y se terminó se terminó en 1774. El ingeniero francés M. De Valliére utilizando a la vez dibujos suministrados por M. Ricaud de Targale elaboró los planos para la obra. Don Agustín de Sotolongo, quien fuera propietario de los terrenos, realizó su donación gratuitamente. Cuenta esta edificación con un polígono de 420 metros de exteriores con sus baluartes, terrazas, caponeras, y revellines flanqueados.

Esta fortaleza, San Carlos de la Cabaña, debe su nombre al Rey Carlos III y a la forma por la que era conocida la elevación donde fue edificada, pues todos la llamaban el Cerro de la Cabaña, porque había allí unas cabañas de pescadores.

Cuentan que cuando el Rey Carlos III conoció de su costo tan elevado, muy asombrado pidió un anteojo para tratar de verla, pues textualmente dijo: "obra que tanto ha costado, debía verse desde Madrid".

Indudablemente que su posición es realmente estratégica, por un lado domina la ciudad, la bahía y la entrada del canal, mientras que por el otro la parte norte de la costa de la ciudad. Fue considerada como la primera fortaleza de América en la época en que fue construida y la más considerable de Cuba precisamente por su admirable y sólida construcción

Esta antigua fortaleza militar, de la época colonial, más allá de su historia y características, cada día tiene en Cuba y en La Habana, en particular, una gran trascendencia. Allí se desarrolla anualmente la Feria Internacional del Libro, un suceso cultural de gran valía para los ciudadanos de San Cristóbal de La Habana.
San Carlos de la Cabaña era la fortaleza más impresionante y monumental de la colonia española, fue construida a unos 400 metros del castillo de los Tres Reyes del Morro en el lugar desde donde los ingleses dispararon a sus anchas los cañones contra la ciudad y que todavía sigue impresionando con sus imponentes murallas de finales del siglo XVIII.

Esta fortaleza conforma junto con el castillo de los Tres Reyes del Morro el Parque Histórico-Militar Morro-Cabaña. Allí se encuentra la colección de armas antiguas más importante de la nación, y cada noche, cuando los relojes marcan las nueve de la noche (21h), unos soldados, vestidos a la usanza de la época colonial, realizan una linda y vistosa ceremonia que se conoce como el “cañonazo de las nueve”, cañonazo que tradicionalmente se disparaba todos los días en la ciudad. Este disparo data de la época en que La Habana, lo que es hoy su centro histórico urbano, estaba rodeada por una gran muralla y, precisamente, el disparo indicaba el instante en que las puertas de la muralla serían cerradas.

Cuentan que el italiano Antonelli, ingeniero constructor del castillo de los Tres Reyes del Morro, cuando subió en una oportunidad a la Cabaña dijo de manera certera que quien se adueñara de ese promontorio podría dominar fácilmente a toda la ciudad de La Habana, haciendo clara alusión, por supuesto, a la posición estratégica del lugar. Y esto se hizo realidad en 1762 cuando los ingleses tomaron La Habana y usaron ese promontorio para atacar al Morro.

Luego de la ida de los ingleses y teniendo en cuenta esa experiencia, el Rey Carlos III de España ordenó la ejecución allí del castillo en forma priorizada con respecto a cualquier otra obra pública de la colonia.

Su construcción, que costó 14 millones de duros, se comenzó el 4 de noviembre de 1763 y se terminó se terminó en 1774. El ingeniero francés M. De Valliére utilizando a la vez dibujos suministrados por M. Ricaud de Targale elaboró los planos para la obra. Don Agustín de Sotolongo, quien fuera propietario de los terrenos, realizó su donación gratuitamente. Cuenta esta edificación con un polígono de 420 metros de exteriores con sus baluartes, terrazas, caponeras, y revellines flanqueados.

Esta fortaleza, San Carlos de la Cabaña, debe su nombre al Rey Carlos III y a la forma por la que era conocida la elevación donde fue edificada, pues todos la llamaban el Cerro de la Cabaña, porque había allí unas cabañas de pescadores.

Cuentan que cuando el Rey Carlos III conoció de su costo tan elevado, muy asombrado pidió un anteojo para tratar de verla, pues textualmente dijo: "obra que tanto ha costado, debía verse desde Madrid".

Indudablemente que su posición es realmente estratégica, por un lado domina la ciudad, la bahía y la entrada del canal, mientras que por el otro la parte norte de la costa de la ciudad. Fue considerada como la primera fortaleza de América en la época en que fue construida y la más considerable de Cuba precisamente por su admirable y sólida construcción

Esta antigua fortaleza militar, de la época colonial, más allá de su historia y características, cada día tiene en Cuba y en La Habana, en particular, una gran trascendencia. Allí se desarrolla anualmente la Feria Internacional del Libro, un suceso cultural de gran valía para los ciudadanos de San Cristóbal de La Habana.

Una increíble fortraleza que desafía a los tiempos



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martes, agosto 16, 2005

Una visita preferida en el verano



Durante los meses del fuerte verano en nuestra Isla, los pobladores de la capital acostumbran a realizar visitas sistemáticas a determinados lugares, sobre todo aquellos que son del deleite de los más pequeños de la casa, quienes disfrutan de sus vacaciones durante este período.

Uno de los sitios preferidos es el Acuario Nacional de Cuba, bello lugar en el que se entremezclan la diversión, la educación ambiental y la didáctica.

El 23 de enero de 1960 nació, en la barriada de Miramar, al oeste de la capital, el Acuario Nacional de Cuba, con unas sencillas peceras cuyo principal objetivo es elevar la cultura y la educación acerca del cuidado, conservación y uso racional del mar, las costas y sus recursos.

En la actualidad la institución es un centro científico especializado en la investigación, la educación ambiental y la divulgación del medio marino, su flora, fauna y ecología.

En sus inicios contó solamente con 13 peceras de pequeños volúmenes las cuales propiciaban a los visitantes del Acuario Nacional tener la posibilidad de ver e interrelacionarse con peces e invertebrados marinos vivos. A partir de entonces comenzó el incremento paulatino en peceras y estanques para lograr mayores capacidades y con ello una mayor exhibición de la flora y la fauna marina tropical.

El primer mamífero marino, un lobo marino bautizado con el sonoro nombre de "Silvia", llegó en el año 1973 y se convirtió en el animal más popular y atractivo de la institución el que marcó la pauta en el manejo de mamíferos marinos en el Acuario. Los niños adoraban a la foquita Silvia.

Con Diana y Ciclón, dos simpáticos delfines “toninas o nariz de botella” se iniciaron las demostraciones recreativas en el año1985.

Luego el Acuario Nacional continuó creciendo y ya en el año 2000 fueron inauguradas la Plaza de los Delfines y la Isla Tropical. En la actualidad hay delfinario, lobario y otras instalaciones con grandes capacidades para ver los espectáculos de los ocho delfines, lobos marinos, etcétera que indiferentes horarios y días de la semana se ofrecen allí.

El Acuario Nacional de Cuba exhibe peces y corales del Mar Caribe tropical y del Golfo de México. Los delfines y lobos marinos que se exhiben, son muy populares entre el público que habitualmente visita el acuario, muy en especial los niños.

domingo, agosto 14, 2005

Un paseo que desafía al tiempo y es cada vez más joven




Aunque oficialmente se llama Paseo de Martí, los cubanos de hoy lo conocemos como Paseo del Prado. La construcción de este relevante boulevard fue iniciada bajo el mandato del Marqués de la Torre en 1771 y se completó en 1832, durante el mandato del capitán general Miguel Tacón. Las populares estatuas de los leones se colocaron posteriormente en 1928. A principios se le llamó la Alameda de Extramuros o Nuevo Prado, luego, cuando se amplió el paseo, lo llamaron Alameda de Isabel II, pero por un acuerdo del Ayuntamiento de la ciudad, en 1904, se determinó llamarlo Paseo Martí Paseo o del Prado, nombre que conserva hasta nuestros días como homenaje al más grande de todos los cubanos.
Era aquél uno de los lugares más concurridos de La Habana durante los primeros años de la República, y cuentan que había que pagar 10 centavos para sentarse en las sillas de hierro desde las que se veía circular los coches. El Prado se animaba mucho en los días de carnaval, suceso periódico que ha llegado hasta nuestros días. Junto al mar estaba la ancha explanada en la que convergía con la calle San Lázaro, era muy gustada por los habaneros que disfrutaban de la brisa del malecón en los dos siglos pasados.
La Habana, una ciudad colonial, protegida por sólidas murallas siglos atrás, siempre tuvo a los espacios libres y verdes a su alrededor como acompañantes inseparables, en una suerte de necesidad de escape para los pobladores ante la angustia del encierro amurallado.

Esta alameda, no fue más allá de dos sencillas hileras de árboles en sus comienzos, pero tuvo una entusiasta y rápida acogida entre la población de la época, ávida de contar con un lugar de esparcimiento y paseo, en especial al atardecer y ya a fines del siglo XVIII la costumbre de recorrerlo la había convertido en un pequeño escenario de la sociedad habanera de la época.

Con el paso de los años, el popular Paseo del Prado ha sido objeto de varias remodelaciones que le han incorporado otros atractivos como fuentes neoclásicas o rústicas, entre las cuales se destaca la llamada de La India o de la Noble Habana, esculpida en Génova por José Gaggini.

Modernos y suntuosos inmuebles con amplios portales flanquearon a la popular alameda, convirtiéndola en prisionera de fachadas y columnas de cemento armado, las cuales rodean a una angosta senda verde, en un entorno donde el ornamento artificial de guirnaldas y capiteles compite con los frondosos laureles del paseo.
A su paso se levanta el Hotel Sevilla, de estilo mudéjar; el modernísimo Hotel Parque Central, el teatro Fausto, la escuela de ballet. Esta avenida está sombreada por grandes árboles y se hace muy agradable, en la actualidad, pasear por la mañana, cuando los niños de las escuelas vecinas, con uniforme y la roja pañoleta al cuello, lo convierten en su patio de recreo y el trinar de las aves hacen que la alegría infantil se multiplique.
Luego de reedificado en su forma actual, el famoso sitio recibió una solución en líneas neocoloniales, con bancos de mármol, luminarias, copas y los populares leones de bronce, mudos testigos y vigilantes de los habaneros que prefieren ese recorrido bajo los árboles como una bocanada de aire fresco entre el ruido de una moderna ciudad que besa al mar.

viernes, agosto 12, 2005

La naturaleza, una excelente opción para todos



La capital de la mayor de Las Antillas, ofrece variadísimas opciones para el ocio, centradas en el sol, la playa, su historia, su cultura y toda su rica naturaleza.
Y gran demanda tiene el atractivo que ofrece el Jardín Botánico Nacional de Cuba, un verdadero paraíso tropical en el occidente de Cuba.

Desde el año 1968 abrió sus puertas al público este jardín y su superficie abarca actualmente unas 600 hectáreas, donde las áreas están distribuidas de forma organizada en zonas fitogeográficas, colecciones especiales, pabellones de exposición y espacios recreativos para adultos y niños.

Su tesoro natural tiene más de cuatro mil especies, de colecciones vivas, así como instalaciones bajo techo para mostrar la vegetación de los ambientes desérticos, semidesérticos y de los bosques húmedos tropicales.

En 120 hectáreas de jardín se exhibe una representación de siete formaciones vegetales primarias de llanuras y colinas de Cuba, entre ellas el matorral costero cubano, montes secos, bosques, mogotes, montes de júcaro y palmas, montes de la región oriental del país, pinares y vegetación de serpentina. Todos de gran valor didáctico para el visitante.

En las áreas de campos se representan colecciones de la flora tropical de Australia, Oceanía, Asia, África, América del Sur, América Central, Antillas y México. Todas ellas enriquecidas constantemente con nuevas especies.


Muy atractivo resulta el llamado Jardín Japonés, con una extensión de cinco hectáreas y plantas características de la tierra del sol naciente. Este cuenta además con una hermosa cascada la cual puede ser contemplada desde un mirador o desde una terraza de lajas de piedra sobre el borde del lago, habitado por carpas multicolores traídas del Japón.

El restaurante ecológico El Bambú goza de gran preferencia entre los visitantes. En él se elaboran muchos platos de la cocina vegetariana los cuales se complementan y aderezan con plantas aromáticas cultivadas allí y la miel de abejas obtenida en las colmenas ubicadas en el propio jardín. Entre las propuesta gastronómica incluyen sopas, platos horneados al sol, aderezos, postres típicos, jugos e infusiones naturales, exquisitos helados elaborados mezclando viandas con pulpa de frutas y miel de abejas. Todos de gran aceptación.

El Ranchón ofrece su espacio a la cocina tradicional cubana con platos acompañados por bebidas tropicales de excelente calidad y jugos elaborados a partir de las frutas que se cosechan en el propio sitio.

También una residencia científica, con facilidades de alojamiento y las comodidades necesarias para los que acuden al Jardín Botánico Nacional con propósitos de estudio e investigación está a la disposición de los interesados.

miércoles, agosto 10, 2005



Las inolvidables noches del Paraíso bajo las estrellas




El cabaret Tropicana de La Habana es el cabaret más famoso de la isla.
Surgió a la vida nocturna de la ciudad en el año 1931, y se le conoce como “Un Paraíso bajo de las estrellas".

Imbricado en una frondosa vegetación, allí se puede gozar de un brillante espectáculo con unos 300, bailarines, cantantes, músicos, modelos y vocalistas, además de directores y un excelente equipo técnico.

De su origen vale decir que a finales de la década de los 30 en el exuberante jardín tropical de Villa Mina, una pequeña finca en el municipio de Marianao, al oeste de La Habana, abrió sus puertas este cabaret que llenó de música y esplendor a la mágica noche cubana. Precisamente la noche de fin de año de 1940 se estrenó allí una melodía del compositor cubano Alfredo Brito titulada Tropicana, la cual sirve de tema central en todos sus espectáculos.

Además del cabaret había en sus inicios, en aquel recinto, un restaurante y un casino. A principios de los 50 Cuba era conocida como "La isla del juego" y La Habana como "Las Vegas del Caribe" aunque gran parte de la población vivía en la miseria. El casino de Tropicana tenía línea telefónica directa para jugar a la lotería de Miami, en las mesas de juegos los llamados "palas", elegantes hombres y mujeres contratados por el casino, servían de anzuelo a los incautos clientes.

También había un salón con máquinas tragamonedas, a las que llamaban "ladrón de un solo brazo". En este ambiente de vicio y diversión el cabaret fue creciendo. El local se amplió con el salón "Arcos de Cristal", sala cubierta con verdaderos arcos de cristal que permite las actuaciones en los días lluviosos sin perder de vista la viva naturaleza circundante.

Los espectáculos se hicieron cada vez más vistosos y se presentaron importantes figuras de la época. Josephine Baker, Xavier Cugat, Celia Cruz, Bola de Nieve, Carmen Miranda, Las D’Aida, Anicia y Rolando, Nat King Cole ... son algunos de los que allí actuaron durante los años 40 y 50. En época posterior también han subido a su escenario figuras internacionales de todos los continentes.

Roderico Neyra (Rodney) fue el famoso coreógrafo y director artístico que hizo de Tropicana el famoso cabaret que todavía es hoy, por la grandiosidad y fastuosidad de sus espectáculos, enriquecidos con nuevas generaciones de coreógrafos, directores, músicos y artistas en general.

Con la Revolución cubana del 59 el juego fue suprimido, pero el cabaret continuó, desde entonces con la asistencia de todo el pueblo y los turistas que visitan la ciudad.

Además el cabaret siempre presenta, dentro de su programa, artistas invitados: cantantes solistas, acróbatas, percusionistas etc.
Tropicana es también un excelente lugar para comer; sus restaurantes ofrecen platos cubanos auténticos así como de la cocina internacional.

Sabemos que lo cubano y la música son dos conceptos que van muy juntos y viajan por todo el mundo llevando la cubanía del espectáculo a todos los rincones de la Tierra. En la actualidad existen otros dos cabarets Tropicanas en Cuba, cada uno con un estilo muy especial dependiendo del lugar donde se encuentran: Matanzas y santiago de Cuba.
En cualquiera e los sitios cubanos puedes encontrarlos y hasta reservar tu mesa.

Nuestra Isla, la mayor de las Antillas, hace evocar imágenes de playas de arena, en aguas azules y serenas, suele ser también el entorno perfecto para saborear la variada coctelería del Ron, aspirar el aroma de un habano original, y transportarse en el tiempo viendo transitar por cualquier avenida aquellos autos clásicos americanos de la década de los anos 50… Pero de Cuba, y en Cuba se puede ver y hacer mucho más…

Su historia, su riqueza arquitectónica y sus tradiciones culturales, así como su gente y su inconfundible música y danza, hacen de este mágico país en el Caribe, un lugar con infinitas atracciones para disfrutar y entre ellas, las noches fabulosas de Tropicana.

lunes, agosto 08, 2005

El balcón de La Habana, su Malecón





El Malecón de La Habana es la soleada avenida que se extiende por el litoral norte de la ciudad de La Habana. Esta avenida va desde el Castillo de la Punta, en la entrada de la bahía, hasta la Chorrera, pequeña torre ante el mar, en cuyos jardines termina el Malecón junto a la desembocadura del río Almendares y allí, después de un túnel, comienza la bella 5ta Avenida de Miramar. Tiene en total unos 7 kilómetros.

El Malecón es la más popular de todas las avenidas de La Habana; sobre todo a la hora de la puesta del sol, cuando ofrece unas vistas espectaculares para todos aquellos que acuden a disfrutarlas, momento cuando el sol se zambulle en el mar, allá en el horizonte.

Entre el Malecón y el mar azul existe una amplia acera y un ancho muro a todo su largo. A este muro acuden los jóvenes tanto de día como de noche, algunos para pescar, otros para escapar y descansar de la rutina diaria y los más atrevidos a bañarse en sus aguas. Claro, esto es cuando no hay un temporal, porque entonces las olas altísimas llegan hasta los edificios en la otra acera.

El Malecón es una avenida relativamente joven cuando de la historia de las calles de La Habana se trata. En 1921 apenas se había terminado hasta lo que es La Rampa. Pero la decisión de un presidente y su ministro de obras públicas llevaron la obra hasta su final en la década siguiente.
En el Castillo de la Punta el Malecón continúa por la Avenida del Puerto bordeando la Bahía de La Habana. También desde el área del Castillo de la Punta se entra al Túnel de La Habana el cual sale al otro lado de la bahía en la carretera Monumental. Adentrándose en las más modernas barriadas del municipio llamado Habana del Este.

Siguiendo la ruta del túnel se puede viajar desde La Rampa hasta la entrada a Varadero en unos 45 minutos aproximadamente en auto, manejando con precaución y a una velocidad no muy excesiva.

Centro estratégico de La Habana, el Malecón es un punto de orientación ideal. Flanquea todo el barrio del Vedado y del Centro hasta la Habana Vieja. Muchísimas calles, calzadas y avenidas comienzan en él.
En la actualidad la UNESCO junto al gobierno cubano y otras instituciones lleva a cabo la renovación de las primeras casas de la zona, muy en especial las que exhibieron en la avenida su arquitectura con columnas.

Siguiendo el Malecón de Este a Oeste se pasa, sucesivamente, ante el hospital Hermanos Ameijeiras, el más moderno de la ciudad, el monumento dedicado a Antonio Maceo, la Cascada en el comienzo de la Rampa, la juvenil Tribuna antimperialista, luego se impone el majestuoso Hotel Nacional, el más hermoso de La Habana y, más adelante todavía, la estatua ecuestre de Calixto García así como los hoteles Cohíba y Riviera, anclados frente a la Fuente de la Juventud.
Es el malecón el sitio preferido por todos los habaneros para disfrutar las noches estivales y el sitio ideal de los enamorados.

sábado, agosto 06, 2005

El coloso orgullo de la ciudad





Pocas personas conocen que en el terreno que ocupa el Capitolio de La Habana, existió una ciénaga, dragada y convertida, a mediados del siglo XIX, en el primer jardín botánico que tuvo La Habana.

La ejecución de ese monumental emporio estuvo sujeta a demorados plazos por su elevado costo y a las indecisiones políticas. En marzo de 1926, arrancó de una vez la construcción pese a que, años antes, habían echado sus cimientos.
Se inauguró el jueves 20 de mayo, con la presencia del presidente de la República y el cuerpo diplomático acreditado en la Isla en aquella época.

Bajo la dirección artística y técnica del arquitecto, Eugenio Raynieri Piedra, se ejecutaron los planes definitivos con un equipo integrado por ingenieros y arquitectos cubanos como él.

Sobre una superficie de 388 700 metros cuadrados, con 25 mil metros cúbicos de piedra de capellanía tres y medio millones de pies de madera, 150 mil barriles de cemento y cinco millones de ladrillos; la casa constructora Purdy Henderson levantó el impresionante inmueble en apenas 3 años y 2 meses; el cual tuvo un costo cercano a los 17 millones de pesos, equivalentes a la misma cantidad de dólares. Solamente para la decoración en yeso fueron necesarios 40 mil sacos de yeso y 400 obreros.

La cúpula renacentista del Capitolio de La Habana, quinta en el mundo, se destaca por sus proporciones y siluetas, nos recuerda a la Basílica de San Pedro, en Roma. Ella es el segundo punto más alto de la ciudad, precedido por el Monumento a Martí en la Plaza de la Revolución.

Su pórtico central, está soportado por 17 columnas jónicas de granito, donde se destacan, tres grandes puertas de bronce las cuales dan acceso a la planta principal y los bajorrelieves o metopas del escultor italiano Angelo Zanelli.


Del Capitolio de La Habana parte el kilómetro 0 de todas las carreteras del país. Fue diseñado para que allí funcionaran las dos cámaras del cuerpo legislativo de la República, que sesionaron hasta finales de la década del cincuenta. El monumental edificio alberga en su interior cien relojes y en la actualidad es la sede del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.


La estatua de la República de Cuba, inspirada en una modelo habanera, creada también por el escultor italiano Angelo Zanelli y que ocupa el tercer lugar en el mundo de las más altas bajo techo, fue instalada en 1929, en el Salón de los Pasos Perdidos, formado por la gran rotonda bajo la cúpula y las dos salas con techos en bóveda de cañón erguido.


Esta majestuosa escultura de bronce laminado en oro de 22 kilates, mide alrededor de 17 metros, incluyendo su base de mármol ónix antiguo egipcio. Solamente el Buda de Oro de Nava, en Japón, y el Memorial Lincoln, en Washington, superan la altura de nuestra colosal estatua.

El capitolio de La Habana siempre atrae la atención de nacionales y extranjeros, interesados además en posar frente a verdaderas reliquias fotográficas en sus trípodes, las cuales permiten perpetuar en una imagen el recuerdo del edificio, porque artistas del lente proliferan por los alrededores, prestos a acudir a los reclamos de los paseantes y manipular con profesionalidad sus equipos que encierran la huella de varias decenas de años.

El Capitolio de La Habana abre sus puertas a la visita de miles de turistas y nacionales, quienes llegan a él atraídos por la majestuosidad de sus salones con muebles y ornamentos de las más diversas épocas y estilos.

jueves, agosto 04, 2005

Un patrimonio danzario excepcional





El Ballet Nacional de Cuba es hoy una de las más prestigiosas compañías danzarias del mundo y ocupa un lugar prominente en la cultura hispanoamericana contemporánea. Esta compañía se creó en 1948, con Alicia Alonso como principal fundadora y primerísima figura. En 1950 se había creado la Escuela Nacional de Ballet Alicia Alonso, anexa a la compañía profesional, la cual luego se integró en 1962 a la Escuela Nacional de Arte.
Desde sus inicios nuestro Ballet Nacional partió del respeto a la tradición romántica y clásica, estimulando a la vez el trabajo creativo de los coreógrafos que seguían una línea de búsquedas en el ámbito de lo nacional y contemporáneo, Por ello la compañía mantiene en su repertorio activo tanto las grandes obras del siglo XIX, románticas y clásicas, como las neorrománticas y modernas, siempre dentro de los diferentes estilos coreográficos del ballet de nuestros tiempos.
El advenimiento de la Revolución Cubana en 1959, marcó el inicio de una nueva etapa para el ballet en la Isla. Ese año, como parte de un nuevo programa cultural, la compañía fue reorganizada y adoptó el nombre de Ballet Nacional de Cuba, el cual ha mantenido desde entonces un auge vertiginoso, enriqueciendo su repertorio y promoviendo el desarrollo de nuevos bailarines, coreógrafos, profesores y creadores, entre otros géneros relacionados con la danza, como las artes plásticas y la música junto al perfeccionamiento del repertorio tradicional, se ha incentivado un pujante movimiento coreográfico, con obras que se ubican dentro de los más significativos logros de la coreografía contemporánea.
Además de su intensa actividad en Cuba, donde ha logrado proyectar socialmente su arte a toda la población, el Ballet Nacional de Cuba realiza anualmente numerosas giras internacionales, que lo han llevado a pisar los más prestigiosos escenarios en todos los continentes.
El Ballet Nacional de Cuba es la máxima expresión de la escuela cubana de ballet, que sobre la base del legado cultural que brindan varios siglos de tradición en la danza teatral, ha logrado una fisonomía propia en la cual esa herencia se funde con los rasgos esenciales de la cultura y la idiosincrasia nacionales.
Presidido por la prima ballerina assoluta Alicia Alonso y surgido en 1960, el Festival Internacional de Ballet de La Habana, vino a sumarse a los planes de difusión masiva del arte en Cuba. El Festival, con un carácter no competitivo ha permitido a nuestro público disfrutar las actuaciones y la obra creadora de prestigiosas figuras de la danza mundial y a la vez mostrar a las personalidades visitantes el alto nivel alcanzado por el ballet cubano.

martes, agosto 02, 2005

La Calle Obispo, una calle muy singular




La Calle Obispo se encuentra en La Habana Vieja, o lo que fue la ciudad de intramuros en tiempos de la Muralla, es la calle estrecha al sur de la Plaza de Armas y se extiende de este a oeste, desde la calle Monserrate esquina donde está el famoso restaurante El Floridita, hasta la Avenida del Puerto.
La Calle Obispo está atravesada por las calles Baratillo, Oficios, Mercaderes, San Ignacio, Cuba, Aguiar, Habana, Compostela, Aguacate, Villegas y Bernaza.
Paralela a la Calle Obispo, una cuadra al norte, se encuentra la Calle O'Reilly, también muy popular.
Cuentan que esta vía fue nombrada así debido a un obispo de una diócesis cercana.
Calle del Obispo se le llamó inicialmente, porque el Obispo de la Diócesis, don Pedro Agustín Morel de Santa Cruz, que vivía en la calle de los Oficios, nº 94, en la época en que se impusieron los nombres a las calles, acostumbraba frecuentarla en sus salidas: se llamó antes calle del Obispado.
Como señalaba antes, en la esquina de Obispo y Monserrate se encuentra El Floridita, "cuna del daiquiri" y el monumento al célebre ingeniero Albear. En la estrecha, atractiva y carismática calle, ahora sólo peatonal, se nos permite apreciar atracciones que prefiere intercambiar con el caminante las vivencias del día, pues ofertas hay para todos los intereses.
Puedes degustar bebidas y alimentos apreciando el mundo exterior lleno de color, en algunos de los sitios que preferirás sin dudas, puedes probar el sabroso escabeche de Obispo y Villegas o los exquisitos sandwiches de los cocineros que se ven en rápida ojeada por doquier, o los refrescantes helados, pero también puedes probar fortuna con un trago típico que se remonta a la época de la colonia en el bar localizado en Obispo y Compostela, la esquina de la Canchánchara, bebida elaborada a base de aguardiente, miel, agua natural y limón pero además es también la esquina de música tradicional cubana con un grupo sonero.
Muy estrecha resulta la calle Obispo, trazada así para protegerse del sol según cuentan los historiadores que narran costumbres de la época y la arquitectura colonial, como las de los patios ancestrales que cobijaban a nuestras familias dentro de suntuosas casas que hoy forman parte del Patrimonio de la Humanidad.
El Hotel Santa Isabel, donde se hospedara el ex presidente James Carter, exquisita Casa Colonial colindante con la Avenida del Puerto y con el mar azul que la baña, remata la calle.
Obispo es una calle afortunada porque está dotada de lugares altamente frecuentados, regala al visitante un espectáculo digno de verse por la variedad de instalaciones con que cuenta y colma al más exigente. ¡Prueba y verás, que seguro lo agradecerás!