Un unipersonal, Estoy divinamente así, monólogo en tiempo de bolero, en versión de Raúl Lima Maqueira y con producción de Teatro 3 y Ejercicio Vital, protagonizado por una de las más populares actrices cubanas, Luisa María Jiménez llenó hasta el tope la sala teatro Adolfo Llauradó de nuestra capital.
La obra es una versión libre muy bien estructurada de la comedia Una mujer sola, de Darío Fo y Franca Rame, fundadores del colectivo teatral Nuova Scena y La Comuna cuyas obras para la televisión en los años 60 solían ser censuradas, razón por la cual se mantuvieron en el mundo del teatro.
En la versión cubana la obra, con atisbos de tragicomedia, nos llega convertida en un espectáculo caracterizado por una especial banda sonora que subraya los momentos de clímax.
El personaje mantiene un diálogo imaginario con una vecina, a quien le cuenta su historia, sedimentada en una crítica acérrima a la discriminación de la mujer en el capitalismo, por el fetiche de mujer/objeto cuyas derivaciones implican menosprecio, violencia doméstica, en agresiones de palabra y acción.
En Estoy divinamente así la actriz se desdobla en la mujer solitaria, cuyo marido la mantiene en una jaula de oro encerrada, y esta intenta evadir su situación real a través de la música, en soportes de alta sofisticación, que solamente le hastían, hasta darse cuenta de su condición de prisionera, de que es una esclava moderna, todo gracias a la palabra inaudible de una vecina, que le abre bien los ojos y la hace razonar.
Su caracterización, logra comunicar al público lo atroz de la existencia narrada, en la frase clave Estoy divinamente así. La actuación es magistral, rica en matices, transiciones y excelente transfiguración, donde lo tragicómico se logra gracias a su profesionalidad haciendo gala de su dominio del arte de la transmutación, en un personaje ya ausente de nuestra sociedad actual, pero que pervive en muchos otros lugares del mundo.