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Un pueblo, un santuario y una colina
La historia de la Virgen de Regla se remonta al siglo IV, mezclándose con las leyendas. Cuentan que la imagen de la Virgen de Regla, fue mandada a construir por el mismo San Agustín, quien la tenía en su oratorio, siendo obispo en Hipona al Norte de África.
Trece años después de su muerte Hipona fue atacada por los Vándalos, y la orden de los agustinos escapó a España, donde colocaron la imagen frente al mar y allí creció la devoción.
La imagen, según se cree, siempre fue de color negro. Luego en el siglo VIII los monjes tuvieron que huir de nuevo por la invasión de los moros y la ocultaron cerca del monasterio.
Tras el triunfo de Alfonso el Sabio, en el Siglo XIII, la Santísima Virgen, fue desenterrada y devuelta su antiguo Santuario. Desde esta época ha continuado allí.
Dicen algunos que el nombre de La Virgen de Regla le viene por ser ella quién custodia la regla de los frailes Agustinos.
Desde su majestuoso santuario frente al mar en Chipiona (España), La Virgen de Regla, cada 8 de septiembre, sale en imponente procesión con miles de devotos.
Desde España, se propagó su veneración por muchas partes del mundo, devoción que llegó a su apogeo en el siglo XVIII. Así llegó a nuestra isla y se le empezó a adorar en la zona del puerto, en su santuario, en el pequeño pueblo de pescadores vecino a La Habana que lleva su nombre. Pero a la Virgen de Regla se le conoce y venera por muchos en toda la nación. Le llaman la Patrona de la Bahía de La Habana y del navegante.
Al ultramarino pueblo de Regla, con su olor a mar, se llega en apenas siete minutos atravesando la bahía. Allí, frente al embarcadero lo primero que encontramos es al Santuario de la Virgen de Regla.
En 1598, uno de los primeros colonizadores de La Habana fundó el ingenio Guaicanamar, primero movido por tracción animal, y en un extremo de sus cuatro caballerías se edificó en 1690 la ermita de Nuestra Señora de Regla, la cual fue destruida por un temporal en 1692.
El santuario se reconstruyó y se colocó de nuevo la imagen de la virgen negra en el altar principal en 1714; esta fue proclamada en 1717, patrona de la Bahía de La Habana con gran solemnidad religiosa en presencia de las autoridades civiles y eclesiásticos de la capital.
En el año 1733 se construyeron las primeras barracas de pescadores en esa zona, cuya población fue aumentando poco a poco con la llegada de otras familias; y en la edificación anexa a la iglesia vinieron a vivir unos diez ermitaños.
Cuando la toma de La Habana por los ingleses, estos respetaron esa naciente población que, además, no les ofrecía ninguna ventaja y sí muy serios peligros.
Regla era ya un sitio importantísimo para el contrabando, sobre todo de la trata negrera, lo cual obligó a las autoridades coloniales a establecer una administración de rentas.
En 1812, contaba ya con más de dos mil habitantes por lo que tenía derecho a ser ayuntamiento y fue establecido como tal. Desde 1817 este poblado aparecía en los censos y estadísticas oficiales como barrio ultramarino de la capital.
En 1814, como otros tantos, desapareció como ayuntamiento con la Constitución de España y en 1820 fue de nuevo creado para volver a ser suprimido en 1823, siempre estaba a merced del vaivén de las reformas y contrarreformas políticas administrativas de la metrópoli ibérica.
A comienzos de 1858 Regla tenía ya una población de 7 mil 379 personas, que habitaban en más de mil casas.
Así en 1901 de nuevo fue suprimido el ayuntamiento y esta vez anexado al de la capital. En 1912 fue de nuevo creado el ayuntamiento con los barrios que actualmente conforman el municipio de Regla.
El pueblo de Regla no es sólo famoso por su santuario y la devoción a Yemayá, allí también está la colina Lenin, nombrada así el 21 de enero de 1924. Cuentan las crónicas que a las cinco en punto de la tarde del domingo, el alcalde del pueblo de Regla subió a la entonces loma del Fortín. Más de mil personas lo acompañaban, a pesar de la lluvia furiosa. Y bajo la lluvia transcurrieron los dos minutos de silencio y meditación. Después, el alcalde plantó un olivo en lo alto de la colina, en homenaje al hombre que tan para siempre había clavado la bandera roja allá en el centro de la nieve, al líder del proletariado mundial.
Y fue allí también donde Martí pronunció su primer discurso en la Isla.
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