Siempre que alguna reunión festiva, guateque o de otro tipo, que termina muy mal o de la manera menos favorable, hay alguien que enseguida exclama; eso “terminó como la fiesta del Guatao”.
Y muy mal debió de haber terminado la tal fiesta del Guatao, cuando este refrán se ha mantenido en el argot popular cubano de generación en generación durante más de un siglo.
El Guatao es un pequeño poblado de la provincia de La Habana, fundado en 1750, situado no lejos de la orilla oeste del arroyo de Bauta que desagua en la costa norte; donde la agricultura era la actividad principal y en el que se celebraba, como en todos, fiestas tradicionales de arraigo popular.
Cuentan algunos que en 1896 una sección de 200 soldados, guardias civiles y voluntarios españoles, al mando de un sargento y siendo jefe de estas fuerzas el capitán Calvo, llevó a término una terrible e incalificable matanza, un día de fiesta, entre los moradores del pueblo famoso por la cantidad de insurrectos, la cual tuvo un saldo de 18 muertos y 32 heridos graves quienes más tarde fallecieron. De ahí el dicho popular: “Terminó como la fiesta del Guatao”. Se dice que ese acto criminal fue el aporte del viejo Guatao a la causa de la nueva nacionalidad que estaba en gestación.
Otros relatan que su origen está en una fiesta de carácter religioso popular que se había acabado con una bronca a tiros y machetazos, donde había corrido mucha sangre porque los negros congos que en ella participaban se emborracharon y ante desavenencias comenzaron a pelear, y terminaron involucrándose todos los presentes en una descomunal riña tumultuaria.
Existen quienes testimonian que el asunto que generó el refrán fue una gran trifulca entre un hombre y su amante, la que había acudido a la festividad sin su permiso. Siendo la dama de armas tomar la emprendió a taconazos con el señor y ahí se mezclaron los defensores de ambas partes hasta que de repente ya estaba la riña en todo su apogeo.
También hay quienes dicen que el trágico final de la fiesta fue porque un grupo de campesinos, cuyos zapatos nuevos se habían destrozado por la lluvia un día de fiesta, decidieron darle una paliza al zapatero que se los había vendido, por considerarlo una estafa; y ello trajo la enorme reyerta que tan trágicamente terminó.
Se desconoce a ciencias cierta cuál de estas u otras versiones da origen real al dicho, pero lo cierto es que todos los cubanos lo emplean para referirse a sucesos que habiendo empezado bien, terminan mal.
¡No quiera usted nunca terminar sus actos como la fiesta del Guatao!
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