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La Zanja Real y el Callejón del Chorro
Muy cerca de la conocidísima Plaza de La Catedral de La Habana, a la que sólo se puede acceder por dos calles: Empedrado y San Ignacio, encontramos el Callejón del Chorro.
Cuando entramos a este espacio por la calle San Ignacio, lo primero que encontramos es un pequeñísimo callejón ciego y una vieja inscripción en piedra que dice:”En este callejón del Chorro derramaba la Zanja que surtía de agua a la ciudad en 1592 como su único acueducto”.
Haciendo un poco de historia vale destacar que en el Siglo XVI la actual Plaza de la Catedral de La Habana era conocida como plaza de la Ciénaga. Las edificaciones que rodeaban esta plazuela eran de una sola planta con fondo a la plaza, la que por su condición cenagosa no ofrecía más incentivo que el de un gran espacio abierto donde solamente se podía apreciar unas pocas chozas de humildes pescadores.
Esta zona por su cercanía a la marisma que rodeaba el canal de entrada del puerto, se caracterizaba por sufrir de constantes inundaciones en épocas de lluvia.
Precisamente era aquel el lugar adonde acudían los habaneros para abastecerse de agua, gracias a la Zanja Real, que derramaba sus aguas en el Callejón del Chorro.
Esta era un canal hidráulico que medía más de 11 Km de largo que trayendo agua a La Habana partía desde el río de la Chorrera, conocido en nuestros días como río Almenares. Esa Zanja real fue la obra civil más importante del siglo XVI en Cuba y tiene además el mérito de haber sido la primera obra de su tipo construida por los españoles en el nuevo mundo.
Su construcción la comenzó en 1566 el maestro mayor Francisco de Caloma, y se culminó 26 años después bajo la dirección del ingeniero Juan Bautista Antonelli a un costo de 35 mil pesos.
La Zanja descargaba aproximadamente unos 70 mil metros cúbicos diarios y abastecía a toda la población capitalina de entonces junto a los buques de las flotas surtos en la bahía; a unos por la llamada Madre del agua o Ramal principal de la Zanja Real, y al resto por el otro ramal que desembocaba en el Muelle de Luz.
El agua que llegaba a los ciudadanos era viscosa y siempre contaminada debido a que procedía de la rústica represa construida en el río. Los habitantes la curaban en vasijas de madera y barro. No dudamos de que muchas de las enfermedades contraídas por pobladores se debieron a la calidad de esta agua.
Hasta que en 1835 se construyó un nuevo acueducto para la ciudad, el Fernando Vll, la Zanja Real fue el único que estuvo abasteciendo a la capital durante casi dos siglos y medio.