miércoles, octubre 19, 2005

Un Palacio que mira al mar



Como escapado de un cuento de las Mil y una noches, enclavado en la zona de Punta Gorda, mirando siempre al mar con sus aires árabes, está el Palacio de Valle, una de las más bellas edificaciones de Cuba.

Como si se tratara de una especie de guardián del encanto de la Bahía de Cienfuegos, con una significativa variedad de estilos entre los que predomina el mudéjar, el Palacio de Valle constituye una verdadera riqueza arquitectónica de la Perla del Sur, como se le llama a la ciudad de Cienfuegos.

Su nombre proviene del acaudalado Acisclo Valle Blanco, quien invirtió un millón y medio de pesos en esta magnífica edificación ecléctica cuyo diseño es fruto del ingenio creativo del arquitecto cienfueguero Pablo Donato Carbonell, y su construcción se inició en 1913 para ser concluida cuatro años después, siempre bajo la certera dirección del arquitecto e ingeniero civil italiano Alfredo Colli. Para ello se importaron de España, Italia y Estados Unidos materiales como el mármol, alabastro, bronce, cristal y cerámica, excepto las maderas preciosas, que son cubanas.

El Palacio de Valle, constituye una muestra ejemplar, singular testimonio, de la utilización y aplicación de determinadas técnicas constructivas y decorativas extranjerizantes introducidas en Cuba en el siglo XX y es ejemplo de la opulenta burguesía de la época.

En la última década del siglo XIX, un comerciante español llamado Celestino Caces fabricó una casa en Punta Gorda, conocida como la Quinta Morisca. Cuando este hombre se retiró de los negocios se la vendió a otro negociante, Alejandro Suero Balbín, quien luego, se la regaló a su hija al contraer nupcias con el acaudalado comerciante Acisclo del Valle Blanco; estos fijaron allí su residencia y completaron, en 1917, la construcción del suntuoso Palacio de Valle.

Para la creación de tal joya ecléctica se solicitó la participación de artesanos franceses, árabes, italianos y cubanos. Su planta central posee un vestíbulo de estilo gótico-primitivo, un salón comedor de influencia mudéjar, una sala de música y juego estilo Luis XVI y otra de visitas, con el artesonado en oro, de estilo Imperio, sus columnas interiores y exteriores recuerdan la mezquita de Córdoba, en España.

Algunas de las ocho habitaciones del piso superior al que se accede por una majestuosa escalera de mármol, donde se hallan un salón de estar y otro de estudios, son de estilo veneciano.

El edificio está rematado por tres torres: una de influencia gótico-románica que representa la fuerza. La segunda, de estilo indio, recrea el Taj Mahal como símbolo del amor, y la tercera, un minarete árabe, representa la religión.

En la plataforma del techo encontramos una glorieta barroca que mira hacia la azulada bahía cienfueguera.

Se sabe que en los años cincuenta, una compañía inversionista compró los terrenos donde está situado el palacio, con la intención de convertirlo en un jugoso casino de juego en las inmediaciones del Hotel Jagua, pero el triunfo de la Revolución frustró sus planes.

En nuestros días el Palacio de Valle constituye uno de los símbolos de la ciudad por sus valores histórico-arquitectónicos y ambientales, además de por su relación con la hermosa Bahía y el Hotel Jagua. Allí se realizan importantes actividades culturales, es muy visitado por los turistas y se puede degustar los exquisitos mariscos que se ofrecen en su restaurante.

Su reconocida belleza y su conservación sostenida han hecho del Palacio de Valle una de las cartas de presentación de la ciudad de Cienfuegos y fue declarado Monumento Local desde 1990.