Cuando estudiaba la materia de Historia del Arte, mucho disfrutábamos el conocimiento y reconocimiento de las obras arquitectónicas de nuestra ciudad. Para nadie es un secreto que la ciudad de La Habana es una urbe muy ecléctica en la que se mezclan los más disímiles estilos y donde conviven en una misma obra las más opuestas tendencias.
Pero mucho llama la atención en el centro de su núcleo arquitectónico, en el pasado Siglo XX, el edificio donde se encuentra nuestro Gran Teatro Nacional.
De manera muy simpática y ocurrente algunos habaneros le llaman el “cake”, por su semejanza con los archidecorados cakes de cumpleaños, bodas y otras festividades, sobre los que dejan volar su imaginación y maestría los reposteros en todas las latitudes. Las innumerables formas que se realizan con el merengue de los tales cakes ofrecen al final una belleza muy especial la cual influye y motiva al paladar a la hora de degustar el pastel.
Pues sí que el edificio de marras está cargado y sobrecargado de figuras, entuertos, detalles propios del barroco español conviven con el clasicismo romano y hasta del art decó. Es como si el arquitecto realmente se hubiera propuesto no dejar espacio vacío y a la vez complacer los gustos de varios artistas sin tener en cuenta la armonía ni la mesura de las formas.
Bellos conjuntos escultóricos pueden ser apreciados en su fachada y en sus torres.
Una vez le escuché decir a una ancianita que aquello era un “encaje mayúsculo”. Aquello me causó mucha risa, pero no dejaba de tener un poco de razón esa personita quien de manera tan criolla y espontánea expresó la impresión que el tal edificio le causara.
En su interior se encuentran varias salas de teatro y galerías de arte, además de ser la sede del Ballet Nacional de Cuba y de la Ópera de Cuba. La sala Antonín Ataud y la sala Alejo Carpentier son muy concurridas por lo interesante de su programación, pero la más popular es la majestuosa Sala Federico García Lorca. Ella es testigo de las más exquisitas presentaciones de diferentes compañías danzarias, de la ópera, de los grupos líricos, recitales de figuras nacionales e internacionales, de orquestas sinfónicas y momentos muy especiales para la vida cultural de la nación y de la ciudad.
Todos los años se entrega el Premio Anual del Gran Teatro a una de las figuras que hayan subido a sus tablas.
Es también este edificio el lugar donde el italiano Meucci probara su invento, el teléfono, cuya gloria le fuera arrebatada por la sociedad norteamericana de la época para dar el reconocimiento a Alexander Graham Bell.
Todo aquel que visita La Habana aspira a disfrutar, al menos una vez, de las gratas funciones de dicha sala. Y sí que vale la pena ese encuentro con lo mejor de la cultura nacional y con el entorno que rodea al “cake” de la arquitectura citadina.
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