Las Peñas culturales, esos rincones especialmente repartidos por toda la Isla, que cobraron una notable fuerza en la década de los noventa, cuando no podíamos contar con espectáculos de grandes pretensiones materiales, mantienen su vigor y vitalidad dentro del panorama cultural cubano.
En estos lugares reverdece y florece el arte popular, con el pueblo y para el pueblo, donde el artista comparte y ofrece su arte en un ambiente similar al de las tertulias hogareñas.
Sin excesos, sin profusión de tules, plumas ni lentejuelas, sin sonidos atronadores o luces espectaculares, el arte se manifiesta ahí en toda su pureza, fruto del talento de los más genuinos artistas.
Figuras que unas veces irrumpen en las rutilantes pistas del cabaret o en los inmensos escenarios teatrales brindan su arte con igual entrega y amor, rescatando raíces y cultivando lo más auténtico y tradicional de nuestra música.
La Peña de Roberto Luis en la Casita de A, en el Vedado habanero, convoca cada tercer sábado mensual a sus amigos para disfrutar de una tarde cargada de buena música, bailes y canciones, de un modo novedoso e irrepetible.
En el sábado de noviembre fue posible encontrarnos allí con la sublime, refinada y sensacional pareja de baile Fantasía del Caribe; al joven cantante Danel, bolerista y baladista de cálida voz de un bonito timbre; a la siempre bienvenida Cary de Castro, toda feeling y dominio de la escena con ese saber hacer que la caracteriza.
Momento excepcional fue la presentación y entrevista del músico y arreglista Saúl Valdés quien recibió el especial reconocimiento de todos los presentes sumados al talento artístico de la tarde.
Ramón Palacio Chenique con su estilo inconfundible fue recibido con cariñosos aplausos. Además de ofrecernos sus interpretaciones nos regaló la conjunción de su declamación y un solo de saxofón a cargo de Saúl Valdés, matizado de un inmenso lirismo.
Martha Anglada, la llamada emperatriz del sentimiento, igualmente regaló su sentida interpretación con la perfecta afinación que siempre leacompaña.
El rey de la Pista, Waldo González llegó con su arrolladora presencia, excelente proyección y melodiosa voz. Nadie quedó quieto en su asiento, chispeantes coros e infinitos aplausos fueron el saldo de su paso por esa tarde, dejando a todos con deseos de más.
El cantautor Carlos Carlos fue otro de los que concurrieron a la peña para poner su granito de arena con una delicada y armoniosa interpretación.
Álgido momento lo constituyó la presencia de la criollísima sonera Hilda de la Hoz, explosiva mujer toda salsa, guaracha, rumba y guaguancó. Gozaron con su sabor y su sandunga. Hizo bailar al respetable que de pie aplaudió eufórico y coreó sus contagiosos estribillos.
Realmente la originalidad de Roberto Luis consigue crear una atmósfera inenarrable en esta Peña. Como elegante conductor y cantante se luce, aborda diversos géneros de la cancionística internacional de un modo que complace a un público tan heterogéneo como el que allí se reúne.
Este reencuentro destella y se constituye en la mejor de las Peñas habaneras, indiscutiblemente.
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