lunes, agosto 22, 2005

Se rescata un pulmón día a día a la orilla de un río



Casiguagua era el nombre por el que conocían al río los aborígenes de Cuba y luego los primeros colonizadores españoles le llamaron La Chorrera. Pero para hacer honor al Obispo de San Cristóbal de La Habana, Su Exc. Enrique Almendaris, se le dio el nombre definitivo de Almendares, y es así como todavía lo conocemos en nuestro tiempo.

Desde el siglo XVI vio en sus márgenes el desmonte de grandes bosques de maderas preciosas y su corriente sirvió como vía de traslado de los troncos hasta su desembocadura. Esta madera sirvió para la construcción de los más grandes barcos que tuvo la Flota española.

Esta vía fluvial era la principal vía de penetración hacia los campos de la provincia habanera de ahí que en su curso fueron surgiendo haciendas, vegueríos, cañaverales, ingenios azucareros y otras instalaciones.

En la época colonial se llevaba las aguas de La Chorrera hasta la ciudad a través de la Zanja Real, el más antiguo acueducto de América Latina, con la represa del Husillo para encauzar las aguas. Otros cuatro acueductos se sumaron luego para satisfacer las necesidades del desarrollo urbano.

Las márgenes del río fueron deforestadas para construir fábricas y embalses, haciéndolo casi irrespirable. Mostró entonces su rostro la contaminación.

Su cauce hoy a pesar de todos los esfuerzos que se realizan y de la acción geotransformadora, todavía está bien lejos de volver a ser como lo describiera Antonio Bachiller y Morales: “azulado río que tan pronto se desliza como una lámina de cristal”.

Pese a la lamentable contaminación que ha sufrido, quedan algunos tramos del Almendares que semejan playas fluviales.

Los desechos de industrias de materiales de la construcción obstruyen la corriente e impiden su reoxigenación total; en su curso inferior desembocan las zanjas Omega, Santoyo y algunas tuberías que transportan albañales.

En muchas ciudades del mundo hay parques urbanos de gran fama por lo que significan para su población. Estos se convierten en el pulmón verde de dichas urbes, aunque en su interior combinan muchas actividades que se desarrollan en la ciudad: como la industrial, residencial, agrícola, etcétera, pero a una escala menor. Propician el contacto de los pobladores con la naturaleza sin alejarse del centro de la ciudad.

El Gran Parque Metropolitano de la ciudad de La Habana se extiende a lo largo de los últimos 9,5 Km. del Río Almendares, el más importante de la capital, junto a otros grandes parques de La Habana conforman el cinturón verde de esta.

Este parque urbano propone su desarrollo a lo largo de los 9,5 kilómetros finales del río en una extensión de 700 hectáreas en medio de una densa trama urbana. A diferencia de otros grandes parques habaneros, este tiene por peculiaridad la necesidad de armonizar la combinación de funciones de tipo industrial, agrícola, recreacional y el propio desenvolvimiento de los asentamientos poblacionales que hay en el parque.

Pretende a la vez devolver a la Ciudad un pulmón verde al tratar de resolver los problemas que ponen en peligro no sólo al río Almendares, eje del parque, sino también a la flora y los bosques cuya existencia es vital para la identificación de su espacio. Se propone mejorar el entorno natural y construido para elevar la calidad de vida de los moradores más cercanos.