San Cristóbal, santo patrón, en la catedral de la capital de todos los cubanos.
La Villa de San Cristóbal de La Habana, fue fundada en nombre de los Reyes de España. El 16 de noviembre de 1519. Su denominación surge de la fusión del nombre del santo escogido para bautizarla y del nombre por el cual se le conoció en sus primeros asentamientos, pues el nombre Habana proviene de un poderoso cacique de la zona llamado Habaguanex. Esa está considerada la hipótesis más digna y más lógica sobre el origen del vocablo que da nombre a nuestra capital, pues existen otras como que este proviene de una corrupción de la palabra haitiana “sabana”, la extensión de tierra como la conocemos; otra tesis plantea que viene de haven o gaven, que significa puerto o fondeadero.
También se dice que proviene de la palabra aruaca “abana” que quería decir “ella está loca”; haciendo referencia a la leyenda de la india Guara.
Durante el proceso de sincretismo mediante el cual las deidades africanas se asimilaron a los santos de la Iglesia Católica, San Cristóbal se sincretizó con Aggayú Solá, gigante poderoso y temido, dueño de los ríos que se precipitan desde lo alto: las cascadas y saltos de agua. Cuentan que ayudaba a cruzar la corriente, y exigía un pago por ello. Es el oricha patrón de los caminantes, porteadores y estibadores, que gusta de cargar a los niños sobre sus fuertes hombros.
Vale adentrarse entonces en el porqué nuestra capital recibió el nombre de San Cristóbal de La Habana, un santo de la iglesia católica.
En la vida de San Cristóbal se mezclan la tradición y la historia haciendo imposible su separación. Se desconoce el tiempo en que vivió, tampoco su martirio, que según la tradición padeció en el año 250. Se le atribuye esta afirmación: Antes del bautismo me llamaba Rechazado, ahora me llamó Cristóbal, el Portador de Cristo.
Se dice que por ese juego de palabras, se creó la fantasiosa historia de su vida, y posteriormente la leyenda que en la actualidad se cuenta.
Hombre enorme de gran altura, rostro terrible, dejó de servir a su rey y salió en busca del príncipe más poderoso del mundo para someterse a sus órdenes.
Se dice que un ermitaño le dijo que el patrón a quien quería servir exigía mucho ayuno y rezos; algo muy difícil para aquel hombrón. Además le sugirió que siendo tan corpulento y fuerte podría ayudar a los viajeros a atravesar el bravío río de la región, lo cual sería muy grato a Cristo. Cristóbal prometió que lo haría, sirviendo a Cristo, y se instaló en las cercanías del río. Para caminar con más seguridad por el agua en las travesías, se apoyaba en un tronco.
Según la leyenda, una noche llegó un niño pidiéndole que lo cruzara. Cristóbal lo cargó en hombros, y con su bastón entró al agua que iba creciendo y haciéndose tempestuosa; el niño se le hacía cada vez más pesado y Cristóbal creía que se moría, pero se esforzó y logró llegar a la otra orilla.
Entonces recriminó al niño diciéndole que lo había metido en un gran peligro, que pesaba tanto que si hubiera tenido que cargar al mundo entero, no tendría la espalda tan oprimida. Ahí el niño le contestó: “No te sorprendas, Cristóbal, has cargado sobre tus hombros no sólo al mundo entero sino a aquel que lo ha creado. Yo soy Cristo, el amo a quien sirves. Como señal de que mi palabra es verdad, planta tu bastón en la tierra, junto a tu choza, mañana lo verás lleno de flores y frutos”. Cristóbal lo hizo y, al siguiente día tenía una bella palma florida cargada de ricos dátiles.
En la Edad Media, la devoción a San Cristóbal tenía gran auge, mirar su rostro era signo de protección; se le miraba desde lejos por ello lo pintaban en grandes dimensiones y se colocaba su imagen en la fachada de la Iglesia; probablemente por eso la leyenda lo transformó en un gigante.
San Cristóbal se convirtió así a través de los siglos en el patrono de los transbordadores y barqueros y, al principio de siglo XX, en el de los automovilistas.
Su fiesta se celebra el 25 de julio en la liturgia católica, pero en Cuba es el 16 de noviembre, día de la refundación de la villa en 1519, cuando fue desplazada desde el sur donde se había asentado inicialmente en 1515, hacia la costa norte y, cuando por primera vez, se celebró misa y cabildo, pues como la villa fue fundada como puerto de mar entre el Nuevo y el Viejo Mundo, es lógico que los muchos marinos, aventureros, soldados, frailes, comerciantes, exploradores y viajeros en general sintieran necesidad de la protección de este santo para enfrentar las aguas turbulentas y tormentosas que separan a Cuba de tierra firme.
Probablemente esa es la razón para que la nueva villa fuese colocada bajo la advocación del santo y bautizada con su nombre.
La verdad absoluta sobre la razón para su nominación está perdida en el tiempo y la Villa de San Cristóbal de La Habana sigue siendo hoy una hermosa ciudad a las puertas del Caribe cargada de una historia inigualable entre sus palacios, mansiones coloniales, plazas, calles adoquinadas, iglesias, antiguas fortalezas y viejos muros.
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