Al alcance de todos la obra del genial artista español Antoni Moró desde el 13 de junio hasta el 15 de septiembre en el Museo Nacional de Bellas Artes.
La pintura de carácter comprometido tiene sentido, autonomía y respaldo, ahí está la obra de Antoni Miró para demostrárnoslo, avalado por su larga trayectoria, en un proceso paralelo al de nuestra Revolución cronológicamente.
Miró ha expuesto entre nosotros en varias ocasiones, y en esta nos trajo 29 lienzos realizados en la técnica de acrílico y metal, en el período comprendido entre los años 2003 y 2008.
Su obra viene a ser como una especie de relato en imágenes de acontecimientos muy próximos al público y a él mismo, toda una sociología histórica del cuadro ciudadano; nos adentramos en aquellos fragmentos de la realidad que ya habíamos devorado o experimentado, pero que ahora nos parecen resueltos en forma de imagen congelada, con la imponente realidad retratada.
Nos asalta el gozo de definir el espectáculo del contraste, en una reflexión de tono social que infunde valor a sus objetivos y perspectivas, a sus expectativas, siempre a través del tono característico del realismo social.
Con la exposición Transeúntes del silencio la perspectiva de Antoni Miró es tan abierta que resulta difícil hallar ese punto en el que se sintetiza toda su sensibilidad ante las cosas.
Para la vida cultural cubana tiene una doble significación la presencia de la obra de Antoni Miró en el Museo Nacional de Bellas Artes, exposición que el artista dedica a Antonio Gades y sus dos mejores amigos en Cuba.
Durante su trayectoria artística Miró ha recreado un mundo amplio y proteico que va desde el sexo, la interpretación pop de la historia del arte de monumentos y hechos consagrados, a la política, la denuncia de la violencia, la gracia de convertir los objetos cotidianos, las máquinas o enseres, en objeto de poesía, que resumen el lenguaje plástico de este artista.
Su expresionismo figurativo y su fotorrealismo trascienden la mera representación, son un instrumento dialéctico, un excipiente de la inteligencia entre la conciencia y el análisis. Son el elemento clave de su comunicación con el espectador mediante un guiño de complicidad que mueve a la sonrisa del cerebro, plagada de mensajes sutiles e indirectos.
Ciertamente podríamos hacer una crítica consistente en la mera descripción de cada uno de sus cuadros sin entrar en su filosofía o esencia pictórica. Pero aun si nos limitásemos a ir describiendo cada uno de los iconos que obsesionan la mente de este artista, sin duda, tan sólo de la simple acumulación de sus figuras e imágenes surgiría una sustancia pictórica que no sería sino la representación del mundo propio que define al Antoni Miró siempre progresista.
Como dijera Manuel Vicent, “la primera ley de la pintura consiste en expresar el mundo sólo por medio del lenguaje plástico. Cualquier metáfora, significado o motivo deben estar sujetos al lenguaje pictórico propiamente dicho. Nada se puede decir sin decirlo con las formas y colores debidos. Tal vez la segunda ley del arte consiste en saber detenerse a tiempo. Saber parar en ese momento en que la obra esta suficiente y mágicamente inacabada para que el espectador llegue a ese punto del camino donde el creador le espera para terminar ambos el trabajo, esa sabiduría sólo se posee cuando se es un buen artista. Sin duda Antoni Miró tiene ese talento”.
En algunas de las obras que se exhiben se recrea una visión muy particular de algunas zonas de las ciudades contemporáneas, sobre lo que expresó: “A nadie le gusta enseñar sus debilidades, pero en este caso los intelectuales, los artistas debemos decir los que está mal, aunque a veces lo pagues con dificultades, es verdad que no te prohíben hacerlo, pero no te dejan hacer muchas cosas”.
Su obra se reconoce a simple vista, no es posible contemplar sus cuadros sin comprometerse con él más allá de su plástica, con el mejoramiento humano, porque este artista nos convoca primero a entrar en sus cuadros, no literalmente a través de una complicidad ideológica, sino por medio del goloso análisis de sus pinceles que nos hacen reflexionar.
La Distinción por la Cultura Cubana le fue otorgada a Antoni Miró durante la inauguración de su exposición de manos de Abel Prieto Jiménez, ministro cubano de Cultura, quien expresó que “tenemos el privilegio de entregarle esta medalla a otra gran figura de la España solidaria, de la España entrañable”.
El Ministro consideró a la serie Museos, que forma parte de la presentación, como una suerte de cuestionamiento en cuanto a si la institución de la cultura está cumpliendo la función liberadora, la función emancipadora del arte o si de algún modo está contribuyendo a la barbarie que vemos en los medios cotidianamente.
E indudablemente, uno de los atractivos más poderosos de la exposición es que la pintura de Antoni Miró lanza su mirada hacia ese paisaje, a los museos con una visión de instantánea, casi fotográfica, de colores encendidos, de reproducción digital, de contrastes cromáticos ambientados en la fuerza que ejercen los extremos y de rotura de márgenes por la descripción acentuada de los bordes. Logra así la desmitificación del museo como recinto legitimador de las bellas artes.
Antoni Miró, uno de los artistas europeos contemporáneos más conocidos en Cuba expresó en la inauguración: “Yo siempre he dicho que los artistas de la plástica tenemos una gran ventaja que somos entendibles en todas partes, mi pintura igualmente se interpreta en África, que en Asia… a veces los artistas por abstraernos demasiado en la reproducción de la obra dejamos de comunicar”.
“Es muy estimulante que nuestro Museo Nacional de Bellas Artes reciba a este artista excepcional, que es, además, un ejemplo de integridad, coherencia y lealtad. Después del derrumbe tan poco glorioso del llamado “socialismo real” y ante guerras imperiales cada vez más impúdicas y el crecimiento de las tendencias fascistas, creadores como Antoni Miró simbolizan, con su obra y con su conducta, el inevitable regreso de las utopías.” Con estas palabras del Ministro de Cultura cubano nos recibe el catálogo de Transeúntes de silencios.
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