La puesta es un recorrido por todas las posibilidades expresivas del flamenco: desde la fiesta que es vivir hasta el dolor y el drama. Se divide en tres movimientos: La Alegría, La Tragedia y La Pasión. De los tonos claros del primero pasa al negro en el segundo y termina con una explosion de rojo.
Lo de Cristina y su compañía es flamenco del bueno, bailado con dominio de la técnica, pasión, garbo y naturalidad.
A sus años, La Hoyos no cree en el cansancio: sigue siendo una de las más grandes bailaoras del momento, una de las imprescindibles. La suya es una clase magistral de buen gusto y expresividad. Su presencia escénica es impactante: resume en cada una de sus poses toda una tradición. Su histrionismo es conmovedor.
Cristina alterna sus solos con el desempeño del cuerpo de baile y de otros bailarines principales. No hay conflictos de protagonismo: se trata de un espectáculo fluido y bien balanceado. El diseño coreográfico es dinámico y equilibrado. Hay un cuidadoso trabajo en la distribución espacial de los bailarines, en el diálogo entre el solista y el grupo, en las transiciones, en la entrada y salida de los intérpretes a escena.
Mención aparte para la excelencia de los cantantes e instrumentistas, que trascienden el mero acompañamiento. En los diseños de vestuario y escenografía reina el buen gusto y la capacidad de sugerencia.
Viaje al sur subirá nuevamente a la escena del Gran Teatro este miércoles, el sabado y el domingo. (YN)
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