Fotos YOEL FARRAMOLA
En los portales del Palacio de Lombillo, la estilizada figura del desaparecido bailarín y coreógrafo español Antonio Gades ha quedado inmortalizada en una escultura. Allí en ese, uno de los edificios que enmarcan la plaza de la Catedral de La Habana Vieja podemos encontrarlo siempre desde ahora.
Nacido en la localidad alicantina de Elda, hijo de un humilde albañil y una ama de casa, Antonio Esteve Ródena, que ese era su nombre verdadero, ahora en bronce fundido y a tamaño natural en una magnífica escultura, se ha convertido en otra de las obras del artista José Villa Soberón quien la realizó por encargo de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.
El bailarín aparece de pie, recostado a una de las columnas del Palacio, con un brazo en la cadera y mirando hacia la Plaza de la Catedral.
Gades sentía un profundo amor por La Habana Vieja, según aseguran sus familiares, amigos y todos los que le conocieron.
Esta obra, que sorprende a los visitantes de La Habana en sus recorridos por la ciudad, pasa a engrosar la colección de figuras célebres que por toda la isla han quedado entre nosotros salidas de las manos de Villa Soberón.
El artífice ha creado una serie de estatuas figurativas en bronce fundido de personalidades de los más distintos ámbitos como son las esculturas del Beatle John Lennon, en un parque de El Vedado; la del cantante cubano Benny Moré, la del escritor estadounidense Ernest Hemingway, en el restaurante "Floridita", y la Madre Teresa de Calcuta en los jardines de la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís.
Antonio Gades contaba con 67 años cuando murió víctima del cáncer el 20 de julio del año 2004. Fue su última voluntad que sus cenizas reposaran eternamente en Cuba, Y aquí están, en el Mausoleo a los Mártires del II Frente Oriental "Frank País", en el Este de la Isla a la que tanto amó este hombre que se definía no como un bailarín, sino como un trabajador del baile. Su esposa e hijos cumplieron su última voluntad y Antonio Gades fue sepultado con honores militares. Pero ya está de vuelta con nosotros en la Plaza de la Catedral y esta vez es también para quedarse para siempre.
Sabemos que el desaparecido artista era un enamorado del lugar, así que no existe en toda la ciudad mejor sitio para perpetuar su imagen entre nosotros.
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