viernes, junio 01, 2007

De nuevo Chamaco en La Habana


Sensacional ha sido esta nueva presentación de Chamaco en La Habana. Mucha gente se queda sin poder pasar al interior de la sala teatro, cada noche en su función, las mejores de la temporada. La conmovedora historia creada por Abel González Melo vuelve a ser narrada por Carlos Celdrán con el rigor que le caracteriza.

El grupo Argos Teatro logró éxitos en escenarios mexicanos a los que llevara el aplaudido montaje sobre el cineasta y poeta italiano.

Tras varios años de circulación alrededor de textos firmados por grandes autores europeos, Argos Teatro anunció una obra cubana en su repertorio. Chamaco, pieza que obtuvo uno de los premios concedidos el pasado año por la Embajada de España, es el primer título nacional que Carlos Celdrán añade a la lista en la cual antes figuraron, con brillantez, El alma buena de Sé Chuan, Baal, o Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini.

Esta vez José Luis Hidalgo vuelve con igual acierto en su papel del policía de bien complejas peculiaridades; el excelente actor Fernando Hechavarría, un mimado del público cubano, se nos presenta como el patético abogado Depás, siendo este uno de sus mejores trabajos en el teatro.

Celdrán ha realizado algunos cambios y ha sintetizado la estructura de la puesta en escena, pues ahora la duración es de una hora treinta minutos. Esta obra que él mismo estrenó en el 9º piso del Teatro Nacional el 26 de mayo de 2006, y con la que obtuvo el Premio Villanueva correspondiente a ese año vuelve con un lleno total y desbordante por la aceptación del público.

El gran Pancho García otra vez se lleva los más intensos aplausos del espectáculo con su interpretación del "tío" protector de Chamaco; uno de los personajes mejores trazados y defendidos, dentro de esta cadena de lamentables y desgarradores seres cuyas vidas de alguna manera aparecen entrelazadas.

Yailín Coppola y Yasmany Guerrero convincentes como los hermanos Depás y Ulises Peña, que con mesura y total dominio del personaje vuelve a hacer La Paco, con el toque pintoresco comúnmente exhibido por los travestis nocturnos, tragicómico rol el de La Paco, una florista, testigo y cómplice del crimen, y una marcada bondad, en su inquieto y recurrente paso por las inmediaciones del Parque Central de La Habana, donde ocurre la mayor parte de la trama.

Vale destacar que el novel actor Javier Fano, personaje central de la obra, demuestra poseer más de una cualidad como para seguirle atenta y seriamente.

La Habana de hoy mismo, de estas mismas noches, compone el paisaje rápido en el que se desarrollan las escenas de Chamaco, en las cuales los juegos de ocultamiento, secreto, pasión y mentira se recombinan una y otra vez, a partir de un crimen que se descubre desde la primera escena.

Una familia medio deshecha, en cuyo centro un padre calla sus verdaderas intenciones, es acosada por distintas angustias, incluida la muerte de uno de sus miembros. Alrededor de ellos se mueve una guardaparque, un policía, un travesti, un anciano desesperado. Y Chamaco, con las manos hundidas en una culpa que no comprenderá probablemente nunca.

Con una sensibilidad que quiere combinar poesía y acción, Chamaco marca un punto de giro en la escritura de su autor, que tras una serie de ejercicios juveniles, parece adentrarse ahora en un estadío de mayor autoconciencia y solidez.

Las luces, como es ya costumbre, están combinadas con proyecciones de video que reconstruyen una ciudad nocturna, en la que se simultanean escenas en interiores y exteriores, mediante los rápidos cambios escenográficos.

Celdrán marca el terreno nuevamente con esta pieza cubana. De una Cuba en la cual, como en sus montajes anteriores, habla mediante la temperatura dramática de situaciones altamente conflictivas, y donde, una vez más, confía al actor toda la gama de dibujos y emociones que pueden componer otra noción del espectáculo.

El tema, el texto, el elenco, la puesta, son discutidos y aplaudidos con pasión

Chamaco es un texto no solo cubano sino contemporáneo, escrito con una sensibilidad, un ritmo , una velocidad y una síntesis completamente contemporáneas.

Su visión de la realidad cubana esta atravesada por una agilidad constructiva y una visualidad que colocan la obra en una órbita de referencias contemporáneas imprevistas entre nosotros.

Chamaco alcanza a penetrar la realidad que toca, desenfoca sus contornos más obvios, más esperados, más costumbristas, y esencializa una imagen detrás de las situaciones y las palabras, una imagen que desentraña fragmentos posibles de una Habana inasible y dolorosa.

Valió la pena asistir a tan profunda muestra de teatro cubano contemporáneo.

Fotos cortesía de Pepe Murrieta

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Jesùs.

Con toda esta gama de palabras no cabe menos que apreciar tu gran talento para describir el desarrollo de esta obra, en verdad como me hubiera gustado disfrutarla, mas la distancia entre nuestras ciudades es enorme, espero algun dia en la ciudad que radico se habra a exponer en escena hobras de tal calidad y influenciar a los jovenes y padres que el teatro es motibo de cultura.

Felicidades y enhorabuena siguenos regalando de tu trabajo con esa gran elocuencia innatha.

Atte. : Crescencio Gamez D.