jueves, septiembre 09, 2010

A la celebración ni a los hijos de “Cachita” les importó la lluvia







Diríamos que siempre las peregrinaciones o procesiones son casi iguales y tienen mucho en común. Es cierto. Pero este ocho de septiembre habanero no lo fue tanto así.


Vale destacar que, desde su comienzo, la tarde se puso gris, la lluvia estuvo amenazante hasta que decidió caer acompañada de fuertes truenos, relámpagos… Una vecina me comentaba que seguramente no habría procesión.


Pero se equivocó.


Las miles de personas, que generalmente acuden, lo hicieron una vez más sin importarles las inclemencias del tiempo. Y de nuevo la gran Patrona de mi Isla salió del templo para recorrer las calles de la ciudad acompañada por su gente, sus cantos, sus cirios, sus girasoles, sus muestras de agradecimiento y cariño, sus consignas patrióticas… Las flores caían desde los balcones donde los aplausos y vítores se hacían cada vez más fuertes al paso de la legendaria virgen mambisa.


Desde la confluencia de las calles Manrique y Salud, sitio del Templo de la Caridad, en el municipio de Centro Habana, partió la procesión con la imagen venerada, la bandera cubana, figuras alusivas, la banda de música, representantes de distintas órdenes…


Unos le decían cariñosamente Cachita, otros Ochún, pero todos mostraban su fidelidad a la que siempre ha protegido y amado a su pueblo, este que le pide nos bendiga, que nos dé salud, paz, justicia, que proteja a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestra tierra y nos ayude a seguir la senda correcta para tener una vida feliz y duradera.


Zanja, Galiano, Reina, conocidísimas calles de la ciudad se vieron colmadas de gente celebrando el gran día con sus paraguas, chubasqueros y capas de agua. El cardenal Jaime Ortega, junto a otros miembros importantes de la Iglesia, encabezaba la jubilosa marcha, que abarcaba varias cuadras, celebrando el jubileo por los cuatro siglos del hallazgo de la imagen de la virgen, que se cumplirá en el año 2012.


Como colofón fue oficiada la misa homenaje a la que fuera declarada patrona de Cuba el 10 de mayo de 1916 y coronada personalmente, por el papa Juan Pablo II, el 24 de enero de 1998, durante su histórica visita a Cuba.

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