viernes, enero 11, 2008

Monte Cabaniguán, el mayor refugio de fauna de Las Tunas

Aproximadamente a 60 kilómetros de la ciudad de Las Tunas, en el municipio de Jobabo, se encuentra el Monte Cabaniguán, lugar de extraordinaria belleza natural con halagada diversidad biológica por la amplia variedad de su flora y su fauna.

Abundan en su extensa sabana las copernicias o palmeras de guano y en el estero sus manglares sirven de hospedaje perfecto a iguanas, flamencos cateyes, pájaros carpinteros, garzas, cocos, sevillas, pelícanos, torcazas y un sinnúmero de animales pequeños, que van desde cangrejos hasta lagartijas, quienes disfrutan la vida silvestre lejos del alcance de los depredadores.

En las tranquilas aguas nadan los peces, mientras en las ramas de los árboles se aprecian a simple vista las iguanas que se esconden con disimulo al notar la presencia de alguien extraño.

Resulta fascinante penetrar en lancha por el cristalino canal a través del estero colmado de inmensos manglares.

Allí en el área protegida de unas 14 mil 500 hectáreas, radica el mayor refugio de fauna del cocodrilo americano o acutus, cuya población se ha ido recuperando notablemente en los últimos años hasta mantenerse estable.

Deslizándose por las quietas aguas interiores del estero se llega a la salida al Golfo de Guacanayabo, donde se encuentra la estación biológica Don Miguel Álvarez del Toro, la cual está dotada de equipamiento para la observación y estudio de las diferentes especies que habitan en el refugio de fauna del Monte Cabaniguán.

El cocodrilo acutus es el rey del humedal, un reptil que ha logrado sobrevivir a siglos de depredación humana y que constituye en la actualidad una de las más preciadas riquezas de la fauna oriental cubana, en la zona perteneciente al humedal Delta del Cauto, en Las Tunas.

El Monte Cabaniguán está considerado por los expertos como el principal reservorio del cocodrilo acutus o cocodrilo americano, en todo el mundo. Las lluvias favorecen las extensiones de sus humedales.

Los más de 26 mil ejemplares de cocodrilos existentes en este lugar son los más beneficiados con el crecimiento de las reservas de agua, donde crecen y se reproducen de manera silvestre, fácil y espontánea. Desde 1990, biólogos del territorio tunero y del país comprendieron el significado que tenía investigar las características evolutivas del cocodrilo en esta parte oriental.

Para la gran cantidad de aves que habitan en este paraíso natural resulta placentera la vida. No necesitan emigrar ni buscar alimentos en otros puntos de la geografía. El imponente verde que les ha regalado la naturaleza con la abundancia de precipitaciones les motiva a permanecer en el sitio.

El Monte Cabaniguán ha recibido importantes visitas de ecologistas y especialistas medio-ambientales de diferentes partes del mundo, y es visitado con regularidad por los especialistas de la Empresa Nacional de Flora y Fauna unido a científicos de disímiles países.

Cabaniguán es actualmente un sitio de privilegio, por esa bien conservada población de cocodrilos, bien estructurada, bien protegida, donde se han llegado a contar hasta 300 hembras poniendo.

Los especialistas mantienen activadas unas cámaras automáticas infrarrojas, para monitorear cada detalle de las etapas de nidificación y reproducción. Igualmente registran los niveles de la salinidad de las aguas. El área protegida, aún cuando resulta un sitio alejado de la vida humana, cuenta siempre con la visita de hombres diestros en el control biológico y empecinados en proteger una de las 23 especies de cocodrilos que existen en el mundo, dos de las cuales están registradas solamente en Cuba. Ese reptil milenario, habitaba en esas tierras a la llegada de Colón, en la zona del delta del Río Cauto, entre lo que hoy conforman las provincias de Las Tunas y Granma.

Se ha testimoniado que entre los años 30 y 40, del pasado siglo, llegaban hombres que los mataban para vender sus pieles haciendo de esto un medio de vida. Por esa razón estuvo al borde de desaparecer porque estos perseguían a las reproductoras de mayor talla.

Hubo también conductas funestas de personas que los cazaban a tiros por el puro placer de la aventura o para comer sus carnes.

De ahí que aplicar medidas de protección y poco a poco ir cambiando la percepción sobre la importancia de esta especie fue algo que llevó tiempo y así volver a restablecer la población. No ha sido tarea de un día. Se ha requerido de la fuerza y el corazón de hombres interesados en la defensa de nuestras riquezas y patrimonios naturales.

Cuando Miguel Alonso Tabet, especialista principal de la estación biológica Don Miguel Álvarez del Toro, comenzó a encontrar algunas respuestas a sus incógnitas, pensó que en lugar de acutus bien le vendría el nombre de cocodrilo astutus, por su habilidad para adaptarse a los cambios y a las agresiones del hombre.

A principio de los años 90 del pasado siglo Manuel Alonso Tabet, trabajaba con una docena de hombres, pero hoy su equipo es de apenas tres, encargados de manejar la fauna. “Todólogos” prefiere llamarlos, porque realizan todo lo necesario con alegría, en un medio agreste que sólo es posible enfrentar en colectivo y con el corazón.

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