viernes, enero 11, 2008

El contrabajo en La Habana





Original de Patrick Süskind, El contrabajo es una obra que trata, entre otras muchas cosas, de la existencia de un hombre en su pequeña habitación, en cuyo ámbito transcurre la acción; un microcosmos en el que aparece encapsulado el singular destino humano, del instrumento y también de su intérprete.

La inventiva de Süskind, su frío y lúcido sentido del humor corrosivo y su capacidad de poner al descubierto el envés alucinante de la existencia cotidiana obtienen en El contrabajo una pequeña y sorprendente obra maestra de concisión y síntesis. Es la historia de un contrabajista que sufre las mismas viscicitudes que su instrumento, el complejo de ser borrado por el conjunto, o de ver anulada su personalidad dentro del mundo sonoro de la orquesta a pesar de ser imprescindible para esta.

Susana Pérez se estrena como directora con este monólogo, a partir de un excelente texto con el que ha estructurado un hermoso y sugerente espectáculo teatral; sólo que no logro comprender el propósito de limitar al mínimo el espacio escénico. De esta manera, hay elementos escenográficos, como el tocadiscos y el sofá-cama, colocados de forma tal que dificultan la visibilidad del público sentado al extremo del lateral izquierdo.

Roberto Perdomo, cuyo atractivo físico le ha ayudado a abrirse puertas en el cine, el teatro y la televisión, puede demostrar en esta ocasión que cuenta también con otros atributos más relacionados con el talento artístico. Con inmejorable manejo de la voz y otros resortes actorales convincentes, parece estar enamorado de su personaje: así lo interioriza y lo proyecta de manera creíble. Insisto en que su trabajo corporal hubiera podido resultar tal vez más coherente con la dinámica con que Patrick Süskind describe en su texto original a este desconcertado, inconforme, solitario y neurótico instrumentista de una orquesta, si hubiera contado con más espacio físico para desarrollar las acciones. No obstante, este Perdomo, como El Hombre desaliñado y sudoroso, relata su historia con profesionalidad histriónica digna del mayor reconocimiento.

Digno de reconocimiento es también Susana Pérez por su trabajo de adaptación y dirección artística, el uso de sutiles argumentos con que la obra es traída a nuestros días, a nuestro país, lo que le concede frescura y contemporaneidad, algo que todos los públicos siempre agradecen. Al finalizar la representación escuché decir a Roberto Perdomo conmueve, convence a la repleta sala Llauradó, y a demuestra que hay en él suficiente vida interior como para lograr tan poética interpretación. (F. Pepe Murrieta)

No hay comentarios.: