En lícito conciliábulo se confabularon el arte, el tributo y la buena interpretación, como regalo supremo de las musas para colmar la sala del teatro Auditórium Amadeo Roldán con un “Concierto de amor”.
Como un “concierto de lujo” lo calificó con justa precisión Tubal Páez Hernández, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba; y mucho más podríamos decir de este concierto homenaje por el Día de la Prensa Cubana, que en sus 30 años de vida artística ofreció la pianista cubana Ana Martin en la noche del 7 de marzo. También dedicado a las mujeres cubanas, a la cita acudieron relevantes figuras de las artes para enriquecer la noche excepcional con sus interpretaciones.
Acompañada por la Orquesta Sinfónica Nacional Nuestro Tiempo, dirigida por el maestro Enrique Pérez Mesa; el baterista Enrique Plá, el percusionista Lino A. Pedroso, el bajista Michel Salazar y el Quinteto Opus 5 bajo la dirección de Irina Vázquez; la pianista inundó la sala con un tropel de sinestesias musicales haciendo brotar del teclado el olor de la campiña cubana, el sonido del agua en cascadas y el canto de las aves.
Disfrutamos del dulce ritmo del zapateo cubano unas veces, o imaginamos otras, al pregonero en medio de una plaza y a la mulata regalando su sonrisa zalamera desde una ventana.
Nos llegó el usual encanto de la flauta sublime y tierna de Iya Mezenova que, en conjunción con el piano de Ana Martin nos transportó hasta un plácido amanecer campestre, a la quietud de un luminoso arroyo o hasta un sosegado encuentro amoroso.
En esa noche pletórica de emociones las mágicas manos de Ana Martin engendraron la cadencia sensual, festiva y penetrante del danzón en todo su esplendor rítmico armónico en un estilo inconfundible.
Hay ocasiones en que los abjetivos alcanzan una dimensión extraordinaria y es eso lo conseguido al referirnos a la irrepetible experiencia cultural de la que fuimos gozosos cómplices todos los periodistas y admiradores que conformamos el cálido auditorio.
Son muchos los momentos en que la consagrada pianista nos sorprendió, como cuando se hizo acompañar por un niño desde otro piano interpretando Mis manitos juegan, o cuando interpretaron en sendos pianos La Paradoja, ella y María de los Ángeles Horta; así como la presencia de las voces cristalinas, delicadas y armoniosas de los jóvenes intérpretes Freddy Vera y Verónica Vázquez.
La conocida Schola Cantorum Coralina de Alina Orraca se sumó al jubileo para con el resto de los músicos y la pianista, ofrecer una especial apoyatura al versátil Carlos Ruiz de la Tejera en un Desiderata insuperable; seguido de un desbordamiento de sensibilidad y maestría cuando se unieron los versos de Dulce María Loynaz en voz del actor José Antonio Rodríguez y la composición musical de Ana Martin.
Con A mi padre querido, composición tributo de la Martin a su padre, el desaparecido maestro de periodistas Eddy Martin, culminó el sueño que hecho realidad nos deleitó en esa noche singular que permanecerá mucho tiempo en nuestra memoria.
El programa, conducido por Rosalía Arnáez, contó con más de veinte obras, compuestas y orquestadas por la prestigiosa pianista, demostrando así facetas poco conocidas de su quehacer musical. Cada pieza está inspirada en lo cotidiano siempre enriquecidas por sus fantasías y emociones.
Ana Martin, habanera por nacimiento, estudió en conservatorios de nuestra capital, es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y ha desarrollado una extensa carrera de tres décadas durante las que ha llevado su arte a varios escenarios internacionales en los que ha cosechado admiración y reconocimiento por su sencillez, la cubanía de sus piezas y la entrega total cuando sus manos generan las criollísimas melodías que el ébano y marfil producen para deleite de quienes tenemos el privilegio de apreciar su arte.
Como bien dice un colega: “Buen gusto, mesura, justo uso del tempo, una feminidad segura y rebosante, en fin los ideales ingredientes para un arte mayúsculo fue lo que Ana Martin prodigó en este concierto memorable”.
Sólo lamentamos que el teatro no promocionara la gala en sus vitrinas con el poster alusivo ni se invitara a participar, como sucede con todas las presentaciones en su escenario, a los abonados del teatro que dejaron de disfrutar de algo verdaderamente especial. (Fotos cortesía de Ramón Martínez Iglesias)
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