martes, diciembre 20, 2005


Llegan días de fiestas y también días en que se hace necesario un alto en el camino para disfrutar del merecido descanso.
Estaré lejos de mi ciudad por varios días, conoceré nuevos lugares y seguramente gentes muy especiales o sucesos marcados en nuestra historia. Cargaré las pilas para regresar con algo nuevo que contar sobre las bellezas, la cultura y las gentes de mi linda Isla.
Espero que en enero nos volvamos a encontrar aquí en esta pantallita que nos acerca y nos hace conocernos un poco mejor.
No faltarán las pinceladas sobre la cotidianidad de Cuba, esta pequeña isla llena de alegría y muchas ganas de vivir.
Entonces nos vemos en tres semanas.
Jesús

domingo, diciembre 18, 2005

Un Beatle que aún sigue vivo entre nosotros

En el mes de diciembre, hace 25 años murió uno de los mitos más grandes del rock, a la puerta de su casa en los apartamentos Dakota y a manos de un descerebrado el insustituible Beatle John Lennon.
¿Dónde habita hoy el espíritu de John Lennon? ¿En el mesianismo del controvertido grupo de rock U2? ¿En la hucha de la japonesa Yoko Ono? ¿En las gafillas del sublime mago Harry Potter? ¿En la crudeza del rap que inunda las calles del Norte? ¿En el Imagine orquestal de la consulta del dentista? ¿En la chulería etílica de Oasis? ¿En los anuncios de Nike? ¿En el No a la guerra? ¿En el resquemor de Paul McCartney? ¿En la alianza de las civilizaciones? ¿En la estatua que desde un parque descansa en La Habana? ¿En el homenaje que acaban de hacerle artistas chinos y cubanos?
Tantas y tan dispares preguntas sugieren que, 25 años después de su muerte, Lennon habita en todas partes, en el consciente y subconsciente colectivo, identificado y aceptado de igual modo en las cloacas del barrio que en los despachos con secretaria. Los viejos fans, sin embargo, tenemos la sensación de que el Lennon que hoy se vende poco tiene que ver con el que amamos. En muchos casos está más cerca del Lennon que posaba desnudo, exponía litografías eróticas y apoyaba a los editores de la revista underground Oz.
Pero los tiempos y la manera e ver las cosas también sufren su metamorfosis.
No hay manifestación pacifista en el mundo que no tenga a Lennon como banda sonora. A la pregunta ¿protestaría hoy Lennon contra la invasión de Iraq?, Yoko no duda ni un instante: "Naturalmente que lo haría". Peter Grace, organizador del último homenaje por el nacimiento de Lennon, opina lo mismo: "En estos tiempos de guerra y terror, hay que amplificar el mensaje de John. Si estuviera vivo, lucharía contra Bush".Tampoco hay catástrofe natural que no se apacigüe con la música de Lennon. Una nueva versión de Across the universe, con las voces de Bono, Stevie Wonder y Brian Wilson, se grabó para recaudar fondos para los damnificados del tsunami. Versiones de Imagine existen en todos los idiomas, desde el árabe al zulú, y ya no cabe pensar, como antes, que en China sea más conocido el campeón de ping-pong que el autor de Come together.Sin embargo hay una contradicción, como dijera un periodista español recientemente, contradicción en la que incurre "toda esa masa que rememora Imagine como argumento para exigir que Chapman, el asesino de John Lennon, se pudra en la cárcel".
Mark David Chapman, el asesino, que ha provocado la ira de los beatlemanos, de ahí que estos no quieren oír la palabra perdón.

lunes, diciembre 12, 2005

La Danza en Villa Clara

Bajo el slogan "Para bailar en casa del trompo", en saludo al X Aniversario de la compañía Danza del Alma, hasta el 23 de diciembre celebrarán en Villa Clara la primera Temporada de la Danza.

La jornada tiene un carácter popular no competitivo con la actuación de las agrupaciones participantes, cada jueves a partir de las nueve de la noche, en áreas libres del parque Leoncio Vidal de la urbe villaclareña. Los viernes, sábados y domingos los grupos danzarios se presentan en el escenario del teatro La Caridad con espectáculos únicos y e el parque Vidal.

Las agrupaciones asistentes se caracterizan por cultivar la danza contemporánea, y con carácter de invitado el grupo folklórico no profesional Maraguán, de Camaguey, ganador de múltiples premios en festivales de Cuba y con exitosas giras internacionales.

Bailará la compañía Codanza de Holguín, lo hará también Danza Libre de Guantánamo, que dedicará un día a la línea folclórica y Danza Espiral de Matanzas.

También se podrá disfrutar de la actuación del ballet de cámara Endedance, de Camagüey, Danza Abierta de Ciudad de la Habana y la compañía Danza del Alma, bajo la dirección general de Ernesto Alejo.

Con motivo del X Aniversario de la agrupación anfitriona, en este mes de diciembre tiene lugar un concierto del coro de cámara de Villa Clara en la Sala Caturla, una exposición fotográfica retrospectiva de Danza del Alma en el museo de Artes Decorativas, conferencias sobre el desarrollo de la danza en las provincias y una gala artística.

Danza del Alma siempre nos ha dejado un dulce sabor a buen hacer en cada una de sus presentaciones y no tememos equivocarnos al decir que es una de las mejores compañías del país.

jueves, diciembre 08, 2005

La Celeste Reina del Guaguancó


La Reina era una reina. Más que lanzarse, se deslizaba hacia el escenario, llevando en sus huesos, transmitiendo, desplazando en derredor, la honda agonía de la rumba. Se le iluminaba el rostro, como si algo divino la tocara y todo se transformaba en su casi detenido, espeso andar. Salía entonces, como la lava de la montaña, el canto bronco donde se iba a recostar al requinto. Pa quiti pá, paqui ti pá. Y el aire se oscurecía de pena acompasada cuando ponía los ojos en blanco y cantaba: Estásss acabando/ con mis sentimientosss, alargando las eses como para señalar un poco más su dolor, con ironía, con furia, dueña absoluta de todo, Celeste Mendoza.
En las pupilas la última imagen suya, en el barrio chino de La Habana, lleno de negros y mulatos que se asomaban a las ventanas y a las puertas, cuando desde el restaurante asiático salía el viento aguardentoso de un cálido guaguancó inexplicable.
Celeste desplegaba a Celeste en el celeste imperio, emperatriz ella de todo, bailando y haciendo bailar; gozando y haciendo gozar, como una despedida. Porque fue toda una despedida. Su despedida del escenario ancho que dominó con sus dolores.
Celeste Mendoza enseñándonos, mulata achinada ella misma, nacida en Santiago de Cuba en 1930, que en Cuba están íntimamente mezcladas todas las cosas desde el origen de los tiempos.
Por eso el arroz frito y el shop suey bailaban en la vajilla, repiqueteando, el guaguancó último antes del mutis por el foro.
En el final de una estrella, sale la rumba urbana, la sombra envolvente del solar de la marginación, el inalcanzable corazón de Celeste Mendoza, a quien Yemayá le dio permiso aquí en la tierra, porque su sangre, su alto moño de rumbera suelta, sus historias íntimas prohibidas, obedecían sólo a un “Poder mayor”, y a ese poder consagró hasta el aire que respiraba y estremecía.

Quien escuche su voz –sus voces diversas y dolidas- en el futuro, y no tenga su cuerpo estremecido a mano, ni su sombra iluminada en la profundidad de sus pupilas, sepa que esta mujer nació para estremecer la música de un pueblo, el llamado aparentemente domesticado de los puertos y los solares, y fue su guía y su emblema. Que la imagine libre como un fuego que avanza chisporroteando, suelta como un animal herido, hecha una tromba que va directa al alma, con los sonidos broncos del cuero, que ella hace humanos con su temblor. Celeste Mendoza es un aullido.
Más allá de la aparente sonrisa, del rictus que dibuja para que le abramos las puertas, hay el reclamo grave de su entrega a ese Poder mayor del que ha sido y es sacerdotisa. Alegría y pesadumbre de su raza, entreverada en la raza más ancha de la cubanía, esa que salta del júbilo a la pena, y nunca se sabe a ciencia cierta en qué punto nos estamos moviendo. Eso que dibujó en el aire de su última noche, en el ardor de las claves y la queja húmeda de los cueros: ¿Qué es lo que no nace de la tierra, para qué tanto orgullo vano, si a la tierra bajará? Lo más importante de la vida es el tiempo. Y a su tiempo la muerte te quita el poder.

Celeste Mendoza pasó sin temer al olvido. Es la suerte de los naturales, de los grandes, de los que entregan ese diamante encendido que pulen con su transcurrir. Ella no sucedió, sigue pasando. Y el aire de La Habana, un poco huérfano, barre las hojas caídas del cielo, cierra ventanas azules, lleva y trae un canto que la vivifica y nos tiende emboscadas.
Sigue diciendo para siempre: El Poder mayor reclama su deuda. Pero paga tu deuda, aquí en la tierra. Es cierto: Yemayá le dio permiso. Es la ley: que todo lo que nace, se tiene que morir. A veces no. Esta vez no.
Dicen que era una mujer de “rompe y raja”. Jacarandosa y chispeante. Excesiva.
A su paso se tejían todos los comentarios posibles. Unos para bien; otros, no tanto.
Libre de pensar y hacer, no hablaba sin traer a colación dicharachos y frases en jergas populares, pero todos la llamaban la Reina del Guaguancó.
La música fue la gran pasión de esta mulata que reía como gente feliz, que guardaba en su corazón infinidad de historias, olvidos y muchas alegrías.
A la capital cubana llegó siendo apenas una adolescente. Ganó un premio en un programa de aficionados y ahí, como ella misma dijera, empezó su despegue.
Integró el cuerpo de baile del famoso cabaret Tropicana. En los años 50 debutó en la recién llegada televisión, donde entonó por primera vez la ranchera mexicana –en tiempo de Guaguancó, claro- Que me castigue Dios, de José Alfredo Jiménez.
Aún se recuerda su primera aparición en la pequeña pantalla. El director le había pedido las partituras para el acompañamiento musical, a lo cual dicen que Celeste respondió con sabor especial: “Con una tumbadora, el bongó y el bajo es suficiente. El resto lo pongo yo”.
Después, su presencia en los programas televisivos se convertiría en algo frecuente y muy bien recibido por su público, que la empezaba a reconocer como una de las grandes del cancionero popular cubano.
Ya a las puertas del siglo XXI, la periodista Sahily Tabares, desde la revista cubana Bohemia, le preguntaba sobre cómo había sido lo del sobrenombre de “Reina del Guaguancó”.
“Rita Montaner me vio actuar y dijo ¡al fin veo una estrella verdadera, es la Reina del Guaguancó! Rita era muy exigente, no acostumbraba a regalar halagos. Quizá le llamó la atención mi amor a esa música, y a la forma de expresarla. Eso que no te quepa dudas, es como una fuerza superior”, y agregaba, como para que no hubiera dudas al respecto: “El Guaguancó es sangre caliente, movimiento, bomba (corazón). Aunque yo canto de todo, nunca me aparto del estilo del guaguancó".
Cuando se le preguntó por sus virtudes, no se hizo de rogar: “Pregunta por ahí, quién es más disciplinada que yo. Tengo grabaciones con Los Papines, esos muchachos maravillosos, y con el conjunto Sierra Maestra, ellos pueden hablarte de mi puntualidad, de mi seriedad. Creo que soy amistosa. El que viene a mi casa tiene que comer y tiene que beber".
La característica más sobresaliente de la reina del Guaguancó, como dijera la prestigiosa musicóloga María Teresa Linares, era su voz: grave, potente, cálida, de timbre ríspido; su domino del ritmo, sus rejuegos con el rubato, su rumbosa y galana expresión que domina el ambiente sonoro que produce.
Así la aplaudieron en Japón, Venezuela, España, Francia, Estados Unidos, México y otros países: “Conocer es bueno, viajar es bueno. Pero nunca me deslumbro –confesó Celeste- Cuba es lo mío. No podría echar raíces en otro lugar”.
Es cierto que tuvo algunas complicaciones en su vida. Es cierto que hay caminos que se enredan en las esquinas menos pensadas del alma, pero los que puedan tirar la piedra hagan espacio para la indulgencia.
En el centro de todo está Celeste. Desgrana la suave ferocidad de los prohibido, la angustiosa inseguridad de lo cierto. Papá Oggún, ¿qué es esto, Papá Oggún? . Repican los cueros. Un coro de lamentos que pretende ser alegre en la humedad del cajón, el brillo de la cuchara, desde el profundo solar donde brota la rumba. El clamor de Celeste como esencia de una tristeza que parece alegre. Una alegría tristísima. Una angustia desafiante, llena de vida y de azoramientos. Papá Oggún, ¿qué es esto? Incertidumbre de una raza que no sabe aún por qué está en otra tierra. Arrebatados de la propia que tampoco existe. La angustia suave y feroz de Celeste Mendoza.
La “Reina del Guaguancó murió en noviembre de 1998; sin embargo, todavía hay quienes la vemos, jacarandosa, chispeante, excesiva, por la calles de la barriada capitalina del Vedado donde vivía, regalando sus dicharachos y gestualidades, con toda su cubanía.

Músicos sui géneris, Los Papines



La ciudad de La Habana vio en el año 1963 el nacimiento de un fenómeno cultural sin precedentes: Los Papines, un excepcional grupo de voces y percusión formado por los hermanos Luis, Alfredo, Jesús, y Ricardo Abreu; a este último lo llamaban cariñosamente sus familiares y amigos Papín. Es él precisamente quien dirige al grupo y de ahí su nombre de Los Papines.

Oriundos de Marianao, la reconocida barriada oeste-habanera que vio nacer al gran Chano Pozo, los hermanos Abreu proceden de una humilde familia de once músicos consagrados todos a la “Madre Rumba”.

Los Papines desde su creación son una de las agrupaciones rumberas más conocidas en Cuba y en el exterior por la calidad y la originalidad de sus interpretaciones musicales, en las que demuestran ser unos verdaderos maestros de la percusión cubana.

Estos músicos, considerados como exóticos en algunas regiones del planeta donde la rumba no es de consumo frecuente, cultivan un amplio repertorio siempre dentro de la línea afrocubana, enfatizando en la rumba, trabajada de manera original y con elementos novedosos. Comenzaron tocando guaguancó, columbia, yambú, jiribillas, todas ellas manifestaciones muy especiales de la rumba cubana. Posteriormente otros ritmos, tales como boleros y sones, comenzaron a ser interpretados también en su estilo tan peculiar para hacer las delicias de sus seguidores.

Los Papines se iniciaron como músicos profesionales en centros nocturnos de la ciudad, entre ellos el legendario cabaret Tropicana hasta llegar a los más exigentes escenarios de Cuba y del mundo.

Ellos han compartido la escena con músicos de renombre y fama como por ejemplo: Panchito Bejerano, Manteca, Daria Nasaco, Chicho de Benni y su orquesta, Ray Barreto, Mongo Santamaría. Roberto Roena, Tito Puente, Oreste Vilató y muchos otros.

Estos embajadores de la música cubana han puesto a bailar con la percusión cubana a muchos en diversos países, entre ellos Francia, Japón, Rusia, Canadá, Alemania, México, Estados Unidos... Y han grabado numerosos discos, además de sus innumerables actuaciones en Radio y TV.

Los Papines continúan siendo, después de más de 40 años de carrera artística, una referencia en el ámbito de la percusión afrocubana y afro caribeña. Con únicamente cinco músicos se apoderan de la escena y crean un espectáculo irrepetible haciendo las delicias del público, combinando las más genuinas manifestaciones de la rumba, ya sea en teatro o cabaret. Los Papines despliegan la energía de una banda gigante, atributo que constituye una marca única de sus actuaciones.

En la actualidad, tras el fallecimiento de uno de sus fundadores, la agrupación ha sido renovada con la incorporación de dos novísimas figuras, pertenecientes a la más joven generación de músicos familiares. Ello ha dado un giro más moderno a sus actuaciones llegando a realizar magistrales interpretaciones de corte jazzístico.