Falleció en la ciudad de La Habana Tata Güines a quien a mediados del pasado siglo llamaron “manos de oro”.
Federico Arístides Soto Alejo, que así se llamó, nació en el pequeño pueblo de Güines, Al oeste de La Habana, el 30 de junio de 1930. La influencia familiar, hijo de un tresero, fue el factor esencial que despertó su vocación artística según declarara él mismo. En su juventud tocó con la Sonora Matancera y el Trío Taicuba. Después ingresó a la comparsa del barrio de Belén del cual también eran integrantes Rita Montaner y Chano Pozo.
Grabó con las orquestas de Arturo Chico O´Farril, Niño Rivera, Peruchín, Estrella de Areito, Irazú, Orlando Maraca, Cubanismo y otras.
En 1946 se presentó por vez primera en el ball room del hotel Waldorf Astoria de Nueva York y en el Palladium junto a Mario Bauza. Durante su estancia en Estados Unidos grabó con Miles Davis, Dizzy Gillispie y Maynard Fergusson.
En la década del cincuenta grabó con con Cachao su “Ritmo Caliente” junto a Frank Emilio, Guillermo Barreto y Gustavo Tamayo.
Con la usual típica gorra blanca y sus camisas multicolores, Tata tocó en Cuba con una gran diversidad de orquestas y estilos; desde el latín jazz hasta lo típico, siempre primando su figura de solista virtuoso de la percusión.
Tata Güines fue y seguirá siendo una eminencia de los tambores. Una leyenda de las tumbadoras que desde los primeros años 50 no dejó de golpear los cueros, patentando varios sonidos a su nombre y participando de las más notorias descargas.
Su vida siempre estuvo muy ligada a los instrumentos de percusión.
En La Habana también tocó con la orquesta Nueva América, con Los jóvenes del Cayo mientras por el día limpiaba zapatos y vendía revistas. Integró La Típica de Belesario, conjunto Camacho.
Interpretó en grupos como el Quinteto Instrumental de Música Moderna, con la orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Manuel Duchesne Cuzán, con José María Vitier y con orquestas japonesas.
Recibió numerosos premios. Entre ellos el Premio Nacional de Música, la Orden "Félix Varela", la Medalla "Alejo Carpentier" y otros por su obra y haber pasado a ser parte inseparable de lo mejor de la historia musical cubana.
A ritmo de conga, rumba y guaguancó, Tata Güines fue sepultado este martes después de una festiva procesión en su natal Güines, a 50 kilómetros al sureste de La Habana.
"Mientras exista el guaguancó, Tata Güines no se murió", cantaron a coro los asistentes en el cementerio de este municipio, cuya población entera se volcó para despedirlo. Viejos y jóvenes, todos en Güines, lamentaron la muerte de su ídolo.
Con su fallecimiento, Cuba perdió otra leyenda de nuestra música tradicional, pues en los últimos cinco años murieron Ibrahim Ferrer, Pío Leyva, Compay Segundo y Rubén González, estrellas de Buena Vista Social Club.
¡Tata Güines no tocaba con las manos, sino con el alma!
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